/getHTML/media/1238503
Rubén Vargas sobre inseguridad: "Se necesita inteligencia no estado de emergencia"
/getHTML/media/1238497
Gilmer Meza de Sutep Lima: "Ministro de Educación -Morgan Quero- debería de renunciar"
/getHTML/media/1238485
Alfonso Bustamante CONFIEP sobre inseguridad: "No hay liderazgo, hay ineficiencia"
/getHTML/media/1238306
Mariana Costa de Laboratoria habla sobre sus encuentros Obama y Zuckerberg en La del Estribo
/getHTML/media/1238304
Los mejores libros del siglo XXI según The New York Times | Biblioteca de Fuego
/getHTML/media/1238303
¿Cementos y fútbol femenino? Gabriel Barrio de Unacem en Marcas y Mercados
/getHTML/media/1238207
118 mujeres han sido víctimas de feminicidio en lo que va de 2024
/getHTML/media/1238198
Lo último: allanan la casa de 'Chibolín'
/getHTML/media/1237508
Hugo de Zela sobre viaje a EE.UU.: "Se intentó explicar al Congreso, pero Dina no quiso"
/getHTML/media/1237506
Abraham Levy: "Hay mucho desinterés sobre los incendios forestales"
/getHTML/media/1237484
Darío Sztajnszrajber, filósofo: "Aprendamos a vivir el amor también con sus sombras"
PUBLICIDAD

La otra inmunidad

Imagen
Fecha Actualización
La pugna que dio lugar al mamarracho congresal del domingo se originó por dos iniciativas que buscaban evitar que delincuentes lleguen a ocupar escaños. Esta es una condición mínima y necesaria para una buena representación, pero de ninguna manera la garantiza. Dicho de otra forma, no hace falta ser un delincuente para ser un terrible congresista. Por ello, aun si el Congreso decide recular y corregir el dictamen aprobado aquel día, es muy probable que en el próximo quinquenio acabemos eligiendo, otra vez, congresistas que luego aborreceremos.
¿Cómo explicar esta vocación suicida? Esto sería comprensible si nos tocara elegir solo entre desconocidos que luego terminan decepcionándonos. Pero no es el caso. Varias de las voces cantantes de este Parlamento ya nos habían dado razones para descartarlos antes de la elección. Para muestra tres botones.
Omar Chehade: principal responsable del desbarajuste del domingo en su calidad de presidente de la Comisión de Constitución. ¿Cómo acabó en este rol tan fundamental quien hace solo ocho años tuvo que renunciar a la vicepresidencia por usar el cargo para promover intereses privados?
Edgar Alarcón: excontralor que acumula seis procesos penales por enriquecimiento ilícito y otros casos. Todo esto conocido en febrero, cuando lo elegimos. ¿Cómo así este buen amigo de Pedro Chávarry terminó presidiendo nada menos que la Comisión de Fiscalización?
Daniel Urresti: quien esta semana dijo con total desfachatez que votó sin conocer el texto del dictamen sobre inmunidad y tuvo la frescura de protestar por “haber sido sorprendido”. ¿Cómo así recibió la votación más alta del Parlamento cuando, meses atrás, la Corte Suprema le ordenó un nuevo juicio por el caso Bustíos? La presunción de inocencia se respeta, pero no parece lógico premiar con medio millón de votos a alguien sobre quien penden tantas dudas.
Estos tres casos sugieren que, más allá de la inmunidad parlamentaria, quizás debiéramos preocuparnos también por otro tipo de inmunidad: la que tenemos los votantes respecto del pasado y trayectoria de quienes aspiran a integrar el primer poder del Estado.
TAGS RELACIONADOS