Incomodar e interpelar. (EFE)
Incomodar e interpelar. (EFE)

La protesta ciudadana puede adoptar formas distintas, pero el objetivo final siempre es mover las agujas del poder a través de la presión social. Ya sea mediante la toma de un espacio público o una intervención artística, lo que importa es incomodar e interpelar. Por supuesto que algunas acciones son más efectivas que otras, pero al margen de eso, muy pocas cosas son más incómodas para quienes ocupan el poder político que una sociedad que se manifiesta y los increpe, los evidencie y les exija cambios.

Siempre se buscará silenciar a una comunidad organizada. No faltarán nunca los que afirmen que toda manifestación afecta el orden público. Lo hacen porque buscan intimidar a la gente y hostilizar cualquier intento de organización. El objetivo final de quienes ven amenazadas sus parcelas de dominio y control siempre será restringir al máximo el derecho esencial a organizarse para alzar la voz. Lo hacen con los periodistas y también con los ciudadanos.

Precisamente hoy, en Londres, mientras Trump visita esa ciudad por primera vez en calidad de presidente, un globo inflable gigante que lo muestra como un bebé vistiendo pañales y haciendo una rabieta flota en el cielo. La situación, se imaginarán, no podría ser más incómoda. Es la burla como protesta, pero él y su comitiva la tienen que soportar porque finalmente la libertad de expresión y el derecho a la manifestación son más importantes.

Ahora que debemos salir a las calles de todo el país para protestar por la putrefacción de la justicia y la representación política, es importante traer a la mesa estos temas. La única certeza al cierre de la semana es que somos los ciudadanos, individual y colectivamente, los llamados a asegurar que los cambios necesarios sucedan. Esto no da para más.