(Getty Images)
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"No hay tributación sin representación”, decían en las colonias estadounidenses, antes de independizarse de Inglaterra. Me quedo con la frase. Las circunstancias son distintas. En nuestro país, salvo el Banco Central, prácticamente no hay instituciones públicas. Muchos empresarios son, a lo mucho, tuertos en el mundo de los ciegos. Sus empresas tampoco son instituciones.

Regresamos al Estado. Sin instituciones políticamente incluyentes, es difícil que haya preferencias sociales estables, o que se venza el problema de acción colectiva. Sin instituciones, el Estado mismo es un eufemismo. Sin instituciones, no hay representación. Pero sí nos imponen tributación. Un ente que cobra un porcentaje de la recaudación, aun cuando no tiene nada que ver con ella porque está asociada al precio de los commodities.

Creo que es injusto que digan que el MEF subió el ISC solo para recaudar. Desalentará costos sociales. Insisto en que no pudimos gravar como correspondía al diesel antes. Este MEF lo hizo, hay que reconocerlo.

Pero sigue con el chip de Ministerio de Hacienda de país quebrado. Si quieren que la informalidad ceda, tienen que mejorar la calidad del gasto, priorizando mejoras tangibles del bienestar de los que menos oportunidades tienen. La inversión pública la diseñan miles de compartimentos estancos, plagados de corrupción. No se evalúa lo que se hace o se hizo. No se mantiene. Pero vuelve a ser el caballito de batalla del MEF.

Ningún político o colega consultado espera que la agenda de reformas avance, como no esperábamos que el diesel pague más impuestos que la mayoría de combustibles. Tampoco parece haber una visión clara de cómo formalizar. Solo de exigir que paguemos más.

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