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Redacción PERÚ21

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Sandro Venturo Schultz,Sumas y restasSociólogo y comunicador

En unos días se estrenará la nueva película de los hermanos Diego y Daniel Vega. La recomiendo, aunque no es una película inocente. La obra nos sugiere que no existe voluntad –ni voluntarismo– que vaya contra el sistema de mediocridad y corrupción que caracteriza al Perú de nuestros días. Bien fuerte. Como en su anterior trabajo, ellos nos confrontan con esa dimensión de la vida donde lo determinante se define por carambolas.

"El Mudo" es mucho más que un retrato de la pobreza de nuestras instituciones y de nuestras relaciones sociales. Es una denuncia contra el discurso del liderazgo que nos ofrece solucionarlo todo. Es una ironía sobre esa vocación de trascendencia que vivimos todos los que somos padres o maestros. Es una película que reflexiona acerca del absurdo empeño de un juez por ejercer inflexiblemente la justicia. Es una catarsis que nos está diciendo que, al final, gobernantes y gobernados, policías y ladrones, héroes y traidores, todos, tenemos algo en común: la inevitable contingencia. Los Vega atacan desde un sobrio y discreto relato, para enarbolar un coqueto desencanto frente a los grandes sueños, personales y colectivos.

Y todo este fatalismo resulta muy pertinente. "El Mudo" puede ser comprendida como un saludable antídoto en una época donde el optimismo nacional tiende a ocultar los grandes pendientes de nuestra sociedad. Y también puede ser entendida, paradójicamente, como el espejo de ese fatalismo que se regodea cada vez que los terremotos sociales amenazan con llevarnos de regreso al pasado.

"El Mudo" suma al interés que han despertado la nueva promoción de realizadores peruanos dedicados al cine independiente (Llosa, Gálvez, Méndez, entre otros), quienes, a diferencia de las generaciones anteriores, no parecen presos por los clichés paternalistas de lo popular; al contrario, los cuestionan a través de historias que nos atrapan y, luego, nos llevan hacia reflexiones incómodas.

Si usted es de los que solo van al cine a divertirse, no vaya. Si no quiere que le recuerden cómo se acumulan las pilas de papeles en el Poder Judicial y cómo los policías deben resolver casos complejos a pesar de que no tienen ni para el pasaje, ahórrese el fastidio. Si usted, en cambio, siente que puede seguir nadando, pero le tiene respeto al mar, si cree que sus esfuerzos deben ser humildes ante el poder del azar, compre su entrada y siéntese en primera fila: la imagen del mudo puede estimular (aún más) su rebeldía.