Conocida, hasta el punto de ser un cliché, es la parábola de la rana que se hierve lentamente. La idea es que ante un continuo y gradual incremento de la temperatura una rana no solo permite, sino que se queda tranquila mientras es cocinada viva.
MIRA: Grito Atascado
La metáfora es válida para lo que estamos viviendo los peruanos, pero agregando que en nuestra olla no solo está subiendo la temperatura, sino que el agua es cada vez más mugrienta.
El conveniente pacto político apuesta por un incremento constante de leyes y acuerdos que desmantelan la democracia mientras favorecen sus propios intereses y a grupos ilegales.
Lo vemos en el reciente “paquetazo” de leyes que busca aprobar el Congreso antes del término de legislatura, en las ya incontables licencias, miradas gordas y favores hacia mineros, taladores y transportistas que operan al margen de la legalidad, y en la cansada pero chata respuesta ante la lujosa colección de relojes presidenciales.
La indiferencia generalizada es frustrante, pero no hay que perder de vista que somos como la rana, acostumbrados ya a una incesante ola de incompetencia y corrupción, y cansados además por la estela, económica y psicológica, del COVID-19, la inflación y una creciente inseguridad. Los que abogan por salir a las calles se olvidan también de que las últimas protestas contra la vacancia de Castillo tuvieron un impacto, para muchos negocios, casi tan nefasto como la pandemia.
Todo esto no lo digo para caer en el derrotismo, sino para encontrar formas distintas de combatir. Felizmente, en todos lados, incluso en el Estado, hay personas que día a día siguen luchando para seguir operando de una manera correcta y transparente. Desde nuestros hogares y empresas hay que seguir encontrando formas de apoyar a todos los que creen que la corrupción no solo es una inconveniencia sino un problema existencial para el futuro del país.
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