(Foto: Presidencia)
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Y llegó a los 100 días el confinamiento obligatorio dispuesto por el Gobierno, un poco de manera simbólica –a escasos días de su finiquito oficial– pues evidentemente el control se relajó en las últimas semanas y ya nada se pudo hacer para retener a la gente en sus casas. Las medidas de aislamiento y distanciamiento social, como se sabe, fueron adoptadas por casi todos los países atacados por la pandemia y, pese a que en el Perú se aplicaron tempranamente, como recomendaban los especialistas, amén de sucesivos alargamientos, no dieron los mismos resultados que en otras partes del mundo. Falló la comunicación, el Gobierno no quiso entender la necesidad de una campaña docente, enseñando a los peruanos cómo protegerse, haciéndose responsables de sí mismos.

El índice de contagios en el país continúa siendo elevado y en algunas regiones especialmente críticas, el patógeno dista de haber comenzado, siquiera, a remitir, como más o menos se esperaba en los primeros días de la cuarentena. Sin embargo, la serie de errores cometidos desde entonces terminó debilitando el efecto buscado, mitigar al máximo los embates del COVID-19 en los sectores vulnerables de la ciudadanía. Al cabo de estos 100 días, entonces, se han perdido millones de puestos de trabajo y se registra un 40% de caída del PBI, solo en abril, producto de las marchas y contramarchas en algunos sectores como Produce, que demoraron el arranque del plan de reactivación económica, ocasionando serio daño al país. Y en ello incidió también el gabinete, pues, como ha recordado un distinguido economista, no estuvo a la altura de lo que se necesitaba para capear la crisis. La falta de liderazgo del premier Vicente Zeballos –quien, lejos de afiatar, divide y hasta contradice a sus propios ministros– se hizo patente.

No decimos, por supuesto, que sea fácil proteger a toda la población del Perú, pero es inevitable quedarse con la impresión de que el inmenso sacrificio que significó el acatamiento de la estrategia de aislamiento social contra la enfermedad no fue más que la precuela de un drama nacional que ya comenzamos a vivir.