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Se habían amado tanto

“Alianza política, acuerdo táctico, pacto estratégico, llámelo como sea, al final es lo mismo: el alanismo y el fujimorismo han dormido bajo las mismas sábanas desde buen tiempo atrás”.

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Alianza política, acuerdo táctico, pacto estratégico, llámelo como sea, al final es lo mismo: el alanismo y el fujimorismo han dormido bajo las mismas sábanas desde buen tiempo atrás. Su concubinato en el Congreso es evidente. Pocas veces han votado y opinado distinto. La consultora 50+1 demostró que ambas bancadas coincidieron en 782 de las 867 votaciones realizadas entre agosto de 2016 y enero de 2019. Eso es más del 90% de las veces. Si el estudio fuese sobre el contenido de sus declaraciones públicas, el porcentaje de coincidencia también andaría por ahí. Por eso es inevitable no soltar una carcajada al ver a los legisladores de ambas bancadas negar su relación.
La ruptura pública es sintomática de las nuevas relaciones de poder dentro y fuera del Congreso. La alianza se volvió inútil. Esta se basaba en la protección que ambas agrupaciones se podían dar a través del control del Congreso y del aparato de justicia. Desde ahí podían realizar oposición y asegurar la defensa de sus intereses, sobre todo en el contexto Lava Jato. Pero luego del destape de los Cuellos Blancos, el referéndum y la creación de nuevas bancadas, Fuerza Popular perdió el control del Legislativo y el Apra disminuyó su presencia en el aparato de justicia. ¿Qué tienen ahora para ofrecerse entre sí?
Hay un asunto adicional: el Apra tiene bastante más que perder que Fuerza Popular. Los primeros enfrentan acusaciones sólidas de corrupción. Los segundos están en la lona política, pero en el ámbito judicial son acusados con argumentos que adolecen de problemas debido a que nuestra legislación no establecía el tipo penal expreso de lavado de activos para la no declaración u ocultamiento de aportes. En un contexto como este, cargar con los pasivos del otro no resulta tan atractivo, sobre todo para Fuerza Popular.
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