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Redacción PERÚ21

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Guido Lombardi,Opina.21La crisis en Ucrania, aunque todavía no ha producido un enfrentamiento armado, está signada por la beligerancia del Kremlin. Era difícil imaginar que Putin se quedaría como simple espectador del triunfo de una revolución democrática en su inmediata zona de influencia. Como señala en su nota el diario El País "El neo imperial proyecto euroasiático del presidente ruso es una cáscara vacía sin Ucrania".

De hecho, mientras Kiev considera la presencia rusa en Crimea como una "declaración de guerra", Putin se apoya en la mayoría rusa de la península ucraniana (más del 60% de la población). Mientras tanto la respuesta de EE.UU. ha sido francamente tibia: congelar sus relaciones militares y comerciales con Rusia y amenazarla con su expulsión del G-8. La visita a Kiev, producida ayer, del Secretario de Estado Kerry ha servido para insistir en que la comunidad y los organismos internacionales ofrezcan una respuesta coordinada al desafío de Putin, pero ese objetivo parece improbable, por ahora.

En realidad, Obama se encuentra maniatado por su necesidad de contar con el apoyo ruso para resolver los problemas en Siria y mantener las negociaciones en torno al programa nuclear iraní. En esas circunstancias, lo previsible es que la cautela lo conduzca a la parálisis.

En el caso de Europa, la dependencia energética de Moscú limita todavía más cualquier reacción, como no sea la puramente lírica de no asistir a la cumbre de Sochi programada para junio próximo.

A casi cien años de la revolución bolchevique, podemos estar ante un renacimiento del Imperio Ruso y quizá Crimea vuelva a llamarse Táuride como prefería nombrarla Catalina la Grande.