Pero, ¿qué pasaría si, en lugar de enfrentar el problema –real– con furia y prejuicio antiempresarial (como está sucediendo), prevalecen la cordura, la deliberación y el ánimo colaborativo? La economista del IEP Roxana Barrantes propuso en un reciente artículo aprovechar el “momento constitucional” (urgencia de cambio institucional) que vivimos para lograr un acuerdo de mejora sobre lo que sí falla en específico: la desprotección social. Bisturí, y no martillo, aplicado a las políticas sociales. Ordenar, racionalizar, hacer más eficiente el uso de los recursos (Iván Alonso demostró que la inversión social sí aumentó significativamente). La empresa privada debería ser la más interesada en esto. Si no nos podemos poner de acuerdo en un sistema que impida que nuestros compatriotas mueran masivamente, ¿de qué sirven los demás consensos?