En 2008, tuve la suerte de estudiar y vivir en Shanghái, China, por cuatro meses, justo después de las Olimpiadas. El gigante se había estado preparando por décadas para presentarse al mundo. Luego, trabajando para una empresa textil, regresé varias veces a ese mercado siendo mi última visita en 2013, hasta el mes pasado que pisé nuevamente suelo chino. Más de 10 años y una pandemia más tarde, es imposible no haber identificado cambios drásticos.

El fin del cash: el efectivo ya no existe e, incluso, las tarjetas de crédito son cada vez más obsoletas. WeChat es la aplicación reina, indispensable para pagar, comprar por Internet, pedir taxis (o reservar pasajes) y hasta para dar limosnas. Elon Musk habla de convertir X (o Twitter como insistimos todos en llamarla)hay que ver el modelo de WeChat para entender lo que tiene en mente.

Reino eléctrico: El tráfico de Beijing y Shanghái sigue siendo una experiencia abrumadora, pero es sorprendente la cantidad de vehículos eléctricos que hoy esperan paciente y silenciosamente en las autopistas chinas. En poco tiempo el gigante asiático se ha convertido en el mercado más grande de este tipo de carros y

Turismo doméstico: Con el cierre de fronteras, la pandemia fue un acelerador potente para que los chinos viajen dentro de su país, Hoy todos los puntos turísticos están llenos de grupos de locales, ansiosos por conocer (y gastar). Esto es un reflejo de cómo la economía china está dependiendo cada vez más de su consumo interno como principal motor.

Hermética burbuja: Siempre fue difícil acceder a contenido y redes sociales occidentales, pero hoy los controles se sienten más sellados. Por todo lo descrito previamente, la sociedad china no solo se siente más autosuficiente y resiliente, y más aislada del resto del mundo también.

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