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Gastos no disueltos
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Es realmente bochornoso lo que está sucediendo con la Comisión Permanente del Congreso de la República. Este diario publicó ayer que, lejos de haber reducido significativamente gastos y personal luego de que el presidente Martín Vizcarra disolviera el Parlamento, más bien está ocurriendo todo lo contrario: se ha seguido contratando asesores, asistentes administrativos, consultorías y demás para comisiones y subcomisiones en las que los congresistas poco o nada trascendente tienen que hacer, salvo ir a cobrar cada fin de mes.
Estamos hablando de más de 1,700 trabajadores al servicio de una Comisión Permanente (CP), integrada por 28 miembros, cuya única tarea es revisar los decretos de urgencia que emite el gobierno. De la cifra arriba mencionada, solo entre los meses de noviembre y diciembre del año pasado, se registró el inexplicable ingreso de 104 personas a las planillas que se llevan en el hemiciclo, pero que pagamos todos los peruanos honrados a través de nuestros puntuales impuestos.
¿Es posible que el trabajo haya aumentado ahora que el Congreso está disuelto? ¿De qué se pueden ocupar esos 1,700 empleados que circulan por los pasillos y ocupan oficinas de entes fantasmales sin función alguna en la institución, como es la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales? Porque hay miembros de la CP que ahora cuentan hasta con diez personas a su cargo, como es el caso de Mario Mantilla (Fuerza Popular) y Lizbeth Robles (Cambio 21), otrora miembros de la mayoría parlamentaria que hacía, deshacía y blindaba en el Poder Legislativo a su regalada conveniencia. ¿Qué hacen ahora para necesitar tanta gente a su alrededor?
Hay más preguntas que respuestas, desde luego, pues ningún parlamentario supérstite ha dicho hasta hora esta boca es mía respecto al tema, pero es inocultable que existe una cuchipanda de favores políticos que estas plazas –a falta todavía de que se divulgue la cantidad de contrataciones del mes de enero– estarían pagando. Es el momento, pues, de que la propia CP sea la que se pronuncie y explique los motivos de que, parafraseando a Vallejo, aún después de disuelto, el Congreso, ay, siguió contratando.
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