Ariel Segal,Opina.21 arielsegal@hotmail.com
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Así comienza una de las inmortales historias del fallecido Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, creador de cosmos como Macondo. "El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo", dice el mismo párrafo de inicio de Cien años de soledad, en una frase que rememora lo que fue el bíblico paraíso terrenal, y enmarca nuestra vida tan compleja, tan llena de mucho y tan vacía de tanto, difícil de describirla por saturarnos de lo instantáneo, virtual, digital, global y multidimensional que se nos presenta.
El día que Aureliano Buendía conoció el hielo, el gitano alquimista que se lo enseñó, Melquíades, profetizó: "Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa". Para la fecha de edición de Cien años de soledad la TV existía, pero imaginar que los seres humanos podríamos ver lo que ocurre en todo lugar del planeta resultó ser una exacta predicción de nuestros tiempos de redes sociales, Internet y medios audiovisuales, cuando una persona podría manejar su vida, virtualmente, sin salir de casa.
El coronel Buendía se salvó del paredón de fusilamiento, de 14 atentados y de 73 emboscadas en el contexto de tiempos de guerra civil, como las muchas que azotan hoy a nuestro mundo, y murió un día que llegó el circo a Macondo, mientras orinaba en el castaño. 'Gabo' evitó el circo y se fue silente. Como el hielo, que es agua en estado sólido que al hervir se transforma en vapor. Los humanos, al diluirnos físicamente, quedamos como 'Gabo', a través de nuestras obras de vida.