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Futuro de Nicanor Boluarte en suspenso
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Fuerza familiar

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Fecha Actualización
Dice la conseja popular que no hay mal que dure cien años, pues no hay cuerpo que lo resista, pero si bien este Congreso no será tan longevo, el tiempo que lleva en funciones pesa ya como una inacabable calamidad bíblica que ha caído sobre el destino de los peruanos.
Además de la intensa labor obstruccionista que desarrollan Fuerza Popular y sus adláteres, se dan tiempo para desacreditar, un día sí y otro también, a una institución cuya historia cuenta con muy honorables tribunos que, más allá de ideologías, llevaban el debate político, las tareas de fiscalización o el juego democrático de oficialismo/oposición con dignidad meridiana y un mínimo de coherencia. Todo esto con menciones deshonrosas, desde luego, pero se trataba de excepciones, ominosas a veces, aunque difícilmente generalizables.
En los tiempos que vivimos, en cambio, siguiendo lo que fue –ahora lo sabemos– una declaratoria de guerra, tras haber perdido las elecciones presidenciales (“Hemos sido elegidos para ser oposición”), la mayoría que ha vuelto a presidir el Congreso, esta vez por interpósita persona, no deja pasar una sola oportunidad para envilecer nuevamente el oficio parlamentario.
De qué otra manera, si no, se puede explicar el nepotismo apenas disimulado –cruzando oficinas de uno y otro representante, en un intercambio de contrataciones de familiares directos, cual cupos asignados y refrendados mediante presuntos acuerdos partidarios– que acaba de ser puesto en evidencia por una investigación periodística. Milagros Salazar, vocera de Fuerza Popular, se limitó a decir que la denuncia habría sido “direccionada” (?). Porque no se trata de un caso único: hablamos ya de –hasta el momento– cuatro representantes involucrados en el intercambio de favores laborales, y de seguir el escrutinio de esas planillas, seguramente arrojará nuevas sorpresas.
Por su parte, lo del congresista Miguel Castro (exfujimorista, ahora en APP), que cobró gastos de representación por unos días que no laboró, y luego pretendió justificarse alegando que “ganaba muy poco”, fue otra demostración de que, ahí en el hemiciclo, el respeto por el país y la ciudadanía comienza a desaparecer aceleradamente.