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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Los candidatos, cuando pasan a la segunda vuelta, festejan, pero poco reparan en que ingresan a un pasaje lleno de incomodidades cuando no de serias dificultades. Nuestro ballotage, a diferencia del francés, que se realiza dos semanas después, es tan espaciado entre una elección y otra, ocho semanas, que casi cualquier escenario es posible.

Keiko Fujimori superó casi con el doble de votos a Pedro Pablo Kuczynski, en primera vuelta, pero ambos suman solo poco más de 9 millones de votos, que representan el 49% de todos los votos. En el 2011, los votos de Ollanta Humala y Keiko Fujimori representaron el 55%; en el 2006, los de Ollanta Humala y Alan García representaron el 46%, y en el 2001, los de Alejandro Toledo y Alan García, el 54%.

Es decir, de forma similar a los casos anteriores, en principio, los candidatos Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski tienen que ir tras la captura de la otra mitad de electores que no votaron por ninguno de los dos. Sin embargo, según las encuestas, solo el uno por ciento no votará por ellos nuevamente en la segunda vuelta y el fuerte antifujimorsimo ha llevado a PPK a empate técnico en intención de voto con Keiko Fujimori.

Si tomamos como antecedentes las tres últimas elecciones, el voto nulo y blanco se reduciría al ocho por ciento, por lo que en estas cuatro semanas se juega la batalla por el diez por ciento de los votos en manos de los aún indecisos.

Estos están claramente concentrados en el sur del país, pero puede ser también el lugar donde el número de votos blancos y nulos sea alto, por lo que las campañas se dirigen en distintas direcciones y no solo territoriales. Solo así se pueden explicar los pactos, acuerdos, conversaciones, en estos días, de Keiko Fujimori y PPK, que han provocado sorpresa, rechazo o confusión.

Lo cierto es que, más allá de las palabras de ayer, hoy la necesidad de sumar votos va de la mano de comerse algunos sapos.