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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Luego de cada elección siempre se activan las calculadoras de los descontentos votantes de los candidatos que no pasaron a la segunda vuelta. Ya que no se pudo ganar en votos, extienden la mirada a dos salvavidas de cada elección: el ausentismo y los votos nulos y blancos.

La norma establece que una elección se anula si más de la mitad del electorado no va a votar o si los dos tercios de los votos nulos y blancos, juntos o separados, superan el número total de votos emitidos. Sin embargo, tienen que enfrentar el reto de la dura realidad.

Pues bien, hoy el ausentismo llegó al 18%. Pero en las elecciones del presente siglo, entre las dos vueltas, no llega a crecer más de 1.8%. Incluso, en las elecciones del 2000, en las que Alejandro Toledo se retira, por tratarse de elecciones amañadas a favor de Alberto Fujimori, el ausentismo solo fue del 19%. Lejos del deseado 50%.

En el caso del voto en blanco, siempre se reduce en la segunda vuelta y sus porcentajes varían solo entre 0.8% y 2.5% de los votos, por lo que, para el elector, la segunda vuelta no le es indiferente. El voto nulo sí crece en las segundas vueltas, pero cada vez menos. Así, en el 2011 pasó del 3.4% a solo el 6%. Es decir, la suma de nulos y blancos ha estado muy lejana del tan deseado 66.6% de los votos que permitirían la anulación de una elección.

En el Perú, no votar se sanciona de manera efectiva con una multa y la muerte civil. Quien no lo hace es por circunstancias no deseadas, no por decisión política. Nadie se dispara al bolsillo. En las segundas vueltas, la gran mayoría del electorado quiere hacer efectivo y válido su voto. Que sirva para algo. El 5 de junio habrá segunda vuelta y la nulidad será nuevamente un sueño inalcanzable.