Facebook y el capitalismo

La red social estadounidense, que en los últimos años ha adquirido las aplicaciones de Instagram y WhatsApp, tiene a 2,700 millones de usuarios mensuales en su red. (Foto: EFE)

A principios del siglo XX, el sistema capitalista norteamericano arribó ante un problema hasta entonces poco debatido: sectores estratégicos de su economía se encontraban monopolizados. Corporaciones como Standard Oil, propiedad de John Rockefeller y United Steel de J.P. Morgan, dominaban, no solamente la producción de su rama de negocio, sino que además, casi todo el sistema de distribución como el de los ferrocarriles.

La llegada de Theodore Roosevelt a la presidencia en 1901 por cuestiones del destino, cambió todo. Este puso en marcha leyes antimonopolio que derivaron en la etapa conocida como la famosa “Trust busting”, donde compañías como la ya mencionada petrolera Standard Oil, se dividió y en su reemplazo nacieron Exxon, Chevron y Mobil, entre otras.

En parte, Roosevelt entendió que para salvar el sistema capitalista, este debía cumplir los propósitos con los que fue introducido; impulsar la innovación, la competencia, la creación de riqueza y propagar el bienestar. En los intereses de los EE.UU., el corporativismo significaba una amenaza contra esos ideales, donde unos pocos tenían el control, imponían barreras de entrada y anquilosaban la innovación.

Más de un siglo después, EE.UU. se encuentra en aguas similares con Facebook. La red social, que como núcleo económico aglomera a Instagram y WhatsApp, controla y tiene bajo custodia la información de más de 3,000 millones de personas. De cada dólar que se gasta de publicidad en las redes sociales, 84 centavos los absorbe Facebook.

La dominación de Facebook se podría asemejar a la de cualquier monopolio en otra industria. Los abusos con respecto a las violaciones de privacidad, su intromisión en campañas electorales y recientemente la eliminación de cuentas de personalidades diversas por su ideología, atentando contra su libertad de expresión, bajo la excusa de “discurso de odio”, solo demuestra el gran poder que ostenta y el peligro que podría significar para el futuro de la democracia.

El libertario entiende que el poder no lo puede acopiar una persona, es por ello que son reticentes a la idea de que el Estado y sus burócratas controlen los aspectos más importantes de sus vidas. ¿No deberíamos mirar con desconfianza a una empresa que monopoliza nuestra información? ¿Es que acaso a Facebook, no se le debería aplicar la misma proposición?

Mario Vargas Llosa, durante su campaña electoral de los años 90, utilizó la denominación de capitalismo popular, para referirse a aquel capitalismo justo y volcado hacía el bienestar, de competencia e innovación. A lo mejor, de eso nos hemos olvidado, de un capitalismo que sea para la mayoría y no solo para unos cuantos.

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