Idel Vexler, ministro de Educación, presente en en pedido de facultades para legislar. (Renzo Salazar)
Idel Vexler, ministro de Educación, presente en en pedido de facultades para legislar. (Renzo Salazar)

El activismo es necesario. Imprescindible en ocasiones. Sin él, la mayoría de los grandes cambios sociales y reivindicatorios de la historia de la humanidad no se hubieran producido jamás. Nunca.

Pero me parece que es pertinente señalar que el activismo por sí solo, sin estrategia que comprenda e involucre mecanismos que vayan más allá de la confrontación, con narrativas más profundas y atractivas y sí, con lobbies, que es una manera legítima de promover intereses y agendas, no es suficiente. El activismo piquetero, el ultra, por sí solo, sin una estrategia por encima y por los lados que lo acompañe, funciona como cualquier fanatismo, es un perro rabioso con una compulsión por destrozarse la cola a dentelladas.

El gobierno de PPK no tiene agenda de mediano y largo plazo que se atreva a ir más allá del destrabe como sea o de unas décimas más o menos de crecimiento económico. La agenda del Congreso, por otro lado, dominada por un partido que ha hecho del control político un látigo y del Palacio Legislativo un circo, no tiene más agenda que pegarle al gobierno cada vez que puede.

En el corto plazo van por la Sunedu y ojalá que el ministro de Educación, Idel Vexler, no juegue a ser cómplice de aquellos congresistas con rabo de paja; esos que tienen desde tesis plagiadas y certificados de estudios falsos hasta flagrantes conflictos de interés por su relación con las universidades negocio que quieren bajarse la Ley Universitaria o dejarla sin dientes. “Greed is good” en el idiolecto de Bocángel, Ávila y Rozas.

Esto debe ser enfrentado con bastante más que activismo de marchas y memes. Urge una estrategia que pasa –entre otras cosas– por entrevistarse con los que deciden y comprometerlos. No se demuele una pared dándole de cabezazos. Mucho mejor es usar una comba.

TAGS RELACIONADOS