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El espejismo de la bicameralidad
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Cada cierto tiempo se pone de moda proponer el regreso al bicameralismo como la panacea parlamentaria, la cura de todos los males de nuestro Congreso unicameral. Con el bicameralismo tendremos “leyes mejores y más reflexivas” (como si toda la vida no se hubieran legislado necedades en el Perú…), amén de una cámara alterna, llena de adultos senadores sabios, que controlarán los excesos de los infantiles diputados irreflexivos (¡buenas salvajadas legales también nacían en el Senado!, ¡buenos cabildeos vergonzosos para nombrar o vetar generales y embajadores!). Y esta narrativa también siempre tiene los argumentos de que “los parlamentos pasados eran mejores” (y Bobby como ejemplo. ¡Claro! En ese Perú idílico no había inflación, terrorismo, pobreza rampante, leyes demagógicas, u obstruccionismo extremos como contra Bustamante y Belaunde porque el Legislativo era muy eficiente y pulcro) y el “Senado paró la estatización de la banca” (¡alguna se tenía que hacer!). Seamos cínicos: los políticos quieren otra cámara básicamente porque eso significa que los más viejos de los partidos tendrán nuevos puestos para ocupar y dejar su sitio a los más jóvenes, además de que ser llamado “senador” o poner ese cargo en la tarjeta tiene mucho más morbo político. Lo que tendremos con el Senado será la vieja parálisis de antes porque no se ponían de acuerdo con Diputados, el peloteo e ida y venida de leyes urgentes, la duplicidad legislativa y más gasto inútil.
El problema de fondo no es más cámaras; si no, resucitemos las tres cámaras de Bolívar. El problema de fondo es que el sistema electoral es pésimo y la gente elige muy mal. Tener senadores ahora con ese mismo sistema y ese electarado que elige Yesenias será solo tener más otorongos, solo que con más canas.
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