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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La primera dama se ha encargado, personal y públicamente, de disipar las dudas de los bienintencionados, de los incrédulos y de los ingenuos sobre quién manda en el Ejecutivo. De su propia boca todos sabemos hoy que ella es la que da las venias y autorizaciones. Aunque ha querido precisar que a Martín Belaunde Lossio no se las dio.

"Yo no he dado mi autorización ni mi venia para que Martín Belaunde Lossio contrate con ninguna entidad del Estado", ha dicho. ¿Y por qué tendría Nadine Heredia que dar su venia o autorización para que se contrate con el Estado o con cualquier entidad? Ni a Martín Belaunde Lossio ni a nadie.

Claro, a no ser que alguien en el Ejecutivo haya renunciado a esa prerrogativa y se la haya trasladado a ella; o que existan en el gobierno primeros ministros, ministros, funcionarios obsecuentes, sumisos o sobones que se inclinen ante la esposa del presidente, reconociéndole una capacidad que no tiene ni debería ejercer.

Mientras ella habla de venias –como la "luz verde" al actual premier– y se presenta en el Parlamento, altiva y con un espectacular despliegue de seguridad, el presidente sostiene que ella no tiene nada que explicar en el Congreso. Si no oculta nada, si es inocente, si no ha dado ninguna venia para algo malo, ¿por qué no contesta?, ¿por qué calla?, ¿por qué no pide voluntariamente que se les levante el secreto bancario a ella y a sus familiares? No, eso no. Y, en lugar de ello, saca a sus incondicionales a que la defiendan sin argumentos.

En los gobiernos pasados, los primeros ministros, ministros y congresistas se esmeraban en ser escuderos o intérpretes de los presidentes. Hoy, todos ellos cumplen la misma función, pero para congraciarse con la primera dama, y no les importa que al presidente le digan "Cosito", que "estamos bajo el gobierno de Heredia" o que el gobierno "es una reunión de amiguitas", frases de don Isaac Humala, que quizá muchos suscriben. Qué triste y vergonzoso.

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