Enemigo público número 1. (Foto: Reuters)
Enemigo público número 1. (Foto: Reuters)

Covid-19 es el acrónimo que ha encontrado la Organización Mundial de la Salud (OMS) para bautizar el virus nacido en la ciudad de Wuhan (China), cuyos habitantes, por cierto, tienen orden expresa de no salir a la calle.

Está claro que China no ha tomado a broma la situación. Construye hospitales en 10 días; toma medidas drásticas para evitar la expansión y, con la mayor transparencia, ofrece datos sobre los efectos del virus al mundo entero.

El 99% de los casos se centra en el país oriental, pero la rapidez con la que se extiende y las condiciones físicas que se ponen de manifiesto en el ser humano han encendido la alarma universal. La OMS ha convocado a más de 400 científicos de todo el mundo (también a los chinos) para fijar la hoja de ruta que acabe con el enemigo y, sobre todo, para que todos esos cerebros encuentren de inmediato la vacuna que evite el mal.

La OMS, que no ha tenido problema en tildar la situación con la frase con la que inicio este artículo, sin embargo, llama a la calma, pues –dice– no se trata de tomar decisiones carentes de fundamento científico ni de encerrar a la gente ni de demonizar los contactos humanos entre personas de distintos países. Ha dicho algo más, y es con lo que me quedo: que esta es una oportunidad para que los pueblos hagan gala de su solidaridad; para que entre todos se mitigue el daño; no para despertar olas xenófobas, o dar lugar a situaciones absurdas.

De todas formas, me pregunto qué interés hay (si alguno) en esta reacción universal frente al Covid, que, de momento, ha dejado más de mil muertos. Y, sin embargo, frente a los millones de seres vivos afectados por el cambio climático, la pasividad industrial, la política y hasta la ciudadana parecen ser el denominador común.

TAGS RELACIONADOS