Ellos vienen del futuro
Ellos vienen del futuro

Con la proximidad de la segunda vuelta, han comenzado a circular con insistencia testimonios de ciudadanos y políticos venezolanos preocupados por el desenlace electoral en el Perú. No les falta razón, pues la mayoría de ellos no alcanza a entender a lo que nuestro país se arriesga si entrega su voto al chavismo que representa el hombre del lápiz.

Entre quienes han estado compartiendo su preocupación por lo que pueda ocurrir el próximo domingo está Leopoldo López, uno de los líderes de la oposición democrática en Venezuela, a quien el autócrata Nicolás Maduro –a quien Castillo y Cerrón admiran– encarceló y persiguió sin una justificación legal mínimamente consistente.

López ha recordado que fue con la prédica de cambiar la Constitución que la democracia en su país comenzó a ser socavada: “Venezuela se destruyó por la imposición de unas ideas de dominación, de control del pueblo y de la extinción de las garantías y libertades. Todo con la venta de una fantasía: que todo iba a mejorar con una nueva Constitución”.

Así, las tropelías antidemocráticas de Hugo Chávez y los suyos fueron legitimadas y convertidas pronto en decretos que facilitaron el despilfarro de la riqueza petrolera, la corrupción generalizada y la imposición de un gobierno que apenas si disimulaba su sórdida entraña dictatorial a través de farsas electorales que –con la oposición debidamente ilegalizada– solo servían para atornillar a la camarilla chavista en el poder.

Muerto el líder, Nicolás Maduro terminó de llevar al país del llano a la situación de hambruna generalizada que ha obligado a tantos venezolanos a escapar a otros países, dejando atrás todo lo suyo. “Se cambió el Tribunal Constitucional, la Defensoría, la Contraloría –continúa López– y pusieron a personas afectas a la dictadura o al gobierno en ese momento. En 1999, el salario mínimo en Venezuela era de 400 dólares, hoy es de 2 dólares”.

De ahí las advertencias de evitar a toda costa el mismo “salto al barranco” que dieron ellos en 1998, creyendo que tumbándose las instituciones en que se funda la democracia y el libre mercado, llegará un mundo mejor, que, en el caso de Venezuela, de ser uno de los países más prósperos de América Latina, pasó a ser el más pobre de la región.

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