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Ecléctico... no soy
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Tampoco soy “políticamente correcto”. Me gustan las cosas claras, el chocolate espeso y descreo de concesiones no sentidas hasta el tuétano, solo para quedar bien con Dios y con el diablo.
La opinión de otro impulsó este artículo. Dijo que el régimen de promoción agraria, prorrogado hasta 2031, promovió el desarrollo de una agricultura moderna y productiva; ayudó mucho a formalizar, a generar divisas e inclusive a propiciar situaciones de pleno empleo; tuvo impacto extraordinario y éxito incontrovertible; y nos convirtió en potencia mundial de productos de agroexportación. Hasta aquí todo bien, pero agregó que ese régimen debería tener un mecanismo de graduación y que las empresas tendrían que ir saliendo de él, gradualmente, cuando pudieran valerse por sí mismas.
¿Tiene sentido salirse de un régimen de éxito? No. De ninguna manera y por ningún motivo, menos aún en un mundo vertiginoso en plena revolución industrial. Y cae por su peso la pregunta: ¿Es que las empresas pueden valerse por sí mismas? Eso nunca se sabe. ¿Quién lo sabe?, ¿cuándo o dónde sucede?, ¿en qué circunstancias? Es al revés: todas las empresas deben pasar a un régimen de promoción y así, como en el agrario, multiplicar esos miles de círculos virtuosos de inversión, productividad y empleo, en todos los sectores. Y es que quiero para mi país 30 Antaminas, 20 Siderperus 40 Alicorps, 20 Campos Sol y miles de empresas que logren el empleo pleno de todas las personas en círculos de justicia productiva y ética del trabajo y el éxito.
Al basurero con ese “sí, pero no”. Evacuemos esas heces eclécticas que marchan y contramarchan; esas que quieren cavar la tumba populista; esas que quieren enterrarnos a todos.
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