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El voto de los que sobran
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Si un partido no supera el 5% de votos válidos o no logra obtener siete escaños en más de una jurisdicción electoral, no participa en la repartición de bancas congresales. Entonces, ¿adónde va el voto de aquellos peruanos que sufragaron en favor de listas que no alcanzaron dicho umbral? A una dimensión desconocida, pues si bien no cuentan como inválidos, tampoco cuentan para elegir. En 2016, el porcentaje respectivo fue cercano al 5% del padrón electoral. Cuatro años después, en las recientes elecciones congresales extraordinarias, la proporción de electores que votó por listas que no clasificaron estuvo alrededor del 19%. Es decir, el voto de uno de cada cinco peruanos salió sobrando.
¿Por qué esta preocupante cifra ha pasado inadvertida por la opinión pública? Porque gran parte del voto de los que sobran está focalizado en zonas marginales del “interior”. Ojo Público ha detectado una concentración geográfica de estos votos. Se debe principalmente a que tres de las listas ganadoras en Madre de Dios, Junín y Cusco –Avanza Perú, Perú Libre y Democracia Directa, respectivamente– no pasaron el umbral legal. Así, obtenemos una de las desproporciones más altas de América Latina –si no, la cifra récord–. Aunque la severidad del espíritu de la valla procura reducir el número de partidos políticos efectivos, es evidente que también lacera la representación política. Como se nota, el umbral tiene un efecto perverso.
Hasta ahora, la valla ha servido principalmente para memes (burlas que van desde el Apra hasta Juntos por el Perú), sin levantar ni una roncha por dejar sin representación parlamentaria a un quinto de peruanos (!). Es algo que no nos podemos perdonar. En nombre de la supuesta (y artificial) reducción de partidos –como esa escalofriante propuesta de elegir al Congreso en la segunda vuelta–, se atenta contra el necesario pluralismo de la representación. Y dejar sin representantes a un sector de la ciudadanía, máxime de tamaña proporción, puede incubar una catástrofe mayúscula.
Una de las razones del estallido social en Chile tiene que ver con que –gracias a una reforma política “genial” como el voto voluntario– la mitad de chilenos dejó de ir a las urnas, reflejando con ello que no se sintieron comprometidos con los representantes resultantes de los comicios. En términos prácticos, el efecto de la valla peruana es similar: aduciendo rigor, deja sin voz a casi 5 millones de peruanos.
Si a los votos “sobrantes” sumamos los nulos, blancos y ausentes, solo cuatro de diez voces de peruanos estarán representadas por el nuevo Congreso. Estamos advertidos.
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