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El síndrome del impostor
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Muchas personas piensan que este síndrome tiene que ver con una mala persona, falsa, alguien impostado. Todo lo contrario: el síndrome del impostor se asocia en su mayoría con personas normales, pero que sufren de una autoestima baja. Se calcula que alrededor del 60% de la población experimenta, consciente o inconscientemente, este síndrome en alguna etapa de su vida. Y el porcentaje que lo padece de manera permanente es alto también.
Este mal está relacionado con una sensación de creerse malo, insuficiente, o poco capaz, a pesar de que las evidencias demuestran lo contrario. Podemos darnos cuenta de que los demás nos valoran, nos reconocen por lo que hacemos, pero aun así no nos la creemos. Sentimos que quizá lo dicen por hacernos sentir bien, pero en el fondo está la creencia de ser un mediocre, el sentimiento de no estar a la altura, la sensación de ser un impostor.
De nuevo, alrededor del 60% de la población ha experimentado esto, incluso personas exitosas y extremadamente talentosas.
¿Por qué nos pasa esto? El ser humano viene con una pulsión de vida y una pulsión de muerte. Entropía y neguentropía dentro de sí. El angelito y el demonio. Es decir, un jugador a favor y un jugador en contra en el partido interno. Pero ¿qué pasa cuando el entorno en el que vivimos es un entorno hostil, envidioso o mediocre? Pues ese entorno te va a inocular eso, te va a hacer sentir mediocre a ti, te va a querer bajar, te va a quitar seguridad y valía. Todo esto de manera solapada, indirecta, incluso inconsciente. Y ahí el partido se torna más difícil aun, porque ya no es 1 contra uno, sino que se vuelve 2 contra uno. Por eso los conductistas, que son más radicales, dicen: “Pedirle al individuo que cambie sin que cambie su entorno es pedirle demasiado”.
Yo no creo que uno tenga que irse de su país, pero sí debemos fijarnos a cuál jugador estamos escuchando más dentro de nosotros, al que nos dice que somos malos, insuficientes y poco valiosos, o al que nos recuerda amorosamente que esto le pasa a todo el mundo, que sí somos buenos en nuestro trabajo, que somos valiosos en nuestra vida, y que mucha gente te quiere, te aprecia y te respeta. Lo mismo afuera: ¿te estás alimentando de la envidia consciente/inconsciente, de la hostilidad, del morbo, o te rodeas de personas y contenidos donde lo que prima es el afecto, el reconocimiento, el respeto y la buena onda?
Pregúntate siempre quién es el verdadero impostor: tú o esa voz que te lo quiere hacer creer.
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