El rostro infame de la pobreza

Tal es así que el impacto de la pandemia y sucedáneos sumergió a 3 millones 290 mil nuevos peruanos en pobreza; resultando que, al cierre de 2023 se encuentren en esa condición 9 millones 780 mil. De la población considerada por encima de la línea de pobreza (no pobres), el 31.4% se encuentra en condición de vulnerabilidad; a la sazón, 10 millones 590 mil peruanos están en peligro de caer en pobreza. Sin embargo, no existe una estrategia para luchar contra este flagelo.

La secuela de la pobreza horada gravemente el futuro. Para graficarlo, solo hay que basarnos en dos indicadores de la dimensión salud de la pobreza multidimensional. Resulta escalofriante constatar que el 43.1% de niños menores de 3 años sufre de anemia por deficiencia de hierro, habiéndose incrementado en 3 puntos porcentuales desde el registro de 40.1% en 2019. Esto desnuda la ausencia de políticas públicas que encaren en su verdadera dimensión el problema. No se tiene consciencia de que la anemia afecta el correcto desarrollo cognitivo, psicomotor y emocional de los niños, limitando sus oportunidades educativas y laborales futuras. En lo que respecta a la prevalencia de la desnutrición crónica, esta afecta al 11.5% de menores de 5 años.

El estudioso Bjorn Lomborg en su libro Lo que sí funciona: Las 12 soluciones más eficientes para erradicar la pobreza y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, en el capítulo 10 - Nutrición, señala: “Las consecuencias más graves de la desnutrición se producen durante los primeros mil días de vida del bebé, desde la concepción hasta que cumple dos años”. Es un periodo crítico, durante el cual la carencia de nutrientes tiene un impacto devastador en la futura salud mental y física del niño. Los niños que presentan retraso del crecimiento también sufren en los primeros años de vida un desarrollo conductual mucho más lento. La falta de nutrientes dificulta el crecimiento de las neuronas. Por regla general, en clases sacan peores notas. Como en el colegio aprenden menos, cuando llegan a adultos, son menos productivos desde un punto de vista económico, por lo que, a lo largo de toda su vida, tendrán salarios más bajos.

Este panorama desolador debe llevarnos a reflexionar y a lograr un consenso entre todos los actores para priorizar en la agenda pública la erradicación de la anemia, la desnutrición y la pobreza, evitando así llegar a un punto sin retorno.