La situación económica en Bolivia se deteriora día a día. El problema impacta en el Perú, pues, como ya se ha advertido, podría generarse una nueva ola migratoria. Al igual que lo ocurrido con Venezuela, lo que podría pasar es una espantada de bolivianos huyendo del desastre económico en su país.
El tema, sazonado con el hecho de que por estos días en el vecino país apostaban por comprar soles como una forma de protegerse de la inflación, sirve para repasar por qué la economía boliviana se ha derrumbado de ese modo.
Como ha explicado el economista Hugo Perea, el país del altiplano arrastra desbalances macroeconómicos desde hace buen tiempo. ¿La razón? Un modelo a base de subsidios, proteccionismo populista y nacionalización de empresas que le daba un aire falso y para un tiempo determinado, pero que, finalmente, como toda ficción, tenía que llegar a su fin.
“Todo esto se sustentaba en ingresos provenientes de las exportaciones de hidrocarburos de las compañías que fueron expropiadas en la administración de Evo Morales. Esta sensación de bonanza que era artificial se iba a acabar cuando se gastaran esos recursos y es lo que está pasando, gatillado por la falta de reinversión en las empresas nacionalizadas”, dice Perea y no le falta razón.
Así, las arcas del Estado boliviano se quedaron vacías y la falsa “bonanza” –que en realidad tampoco cambió nunca las estructuras sociales de ese país, como ofrecían sus líderes oportunistas– se convirtió en una pesadilla de escasez y desabastecimiento. De exportador de energía pasó a ser importador, y de un crecimiento de 4.2% en los últimos 20 años de prepandemia, este año solo llegaría a crecer a 1.8%, según cálculos de los especialistas. Una debacle clara en un país cuya oferta exportable depende mayormente (52%) de la minería y los hidrocarburos.
Cuando un país, por cuestiones ideológicas, se cierra a los mercados externos, los resultados terminan siendo un desastre. Sucedió con Alan García en su primer periodo y es lo que viene pasando en Bolivia.
Y se demuestra así que, tener al Estado como administrador absoluto de los recursos naturales e interviniendo permanentemente en la economía, es una ruta directa hacia el fracaso. Al que le falte, que aprenda la lección.