El dinero no da la felicidad. (Foto: GEC)
El dinero no da la felicidad. (Foto: GEC)

Qué frase tan demoledora al venir a enterarnos de aportes millonarios a las campañas de Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski. La oración completa —del escritor Oscar Wilde— es: “El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia”. Ni la señora Fujimori ni el señor Kuczynski buscaron al dichoso especialista de Wilde para que les haga pisar tierra. Ambición que le llaman.

Ambos se creyeron el cuento de la dicha monetaria, del aguacero de millones que relampagueó en sus campañas y sus bolsillos electorales. Kuczynski, a su edad, debe haber comprendido eso tan duro de tener mucho para nada. Fujimori, así con todo, podría salir de la prisión pese al muy sospechoso tránsito de tanto efectivo a su ya insostenible mochila política. Sí, el Tribunal Constitucional tendría expedita su libertad. “Ramos se nos volteó”, me confiesa una fuente directa.

“De acuerdo a la información y a los reportes que existen de nuestro partido, no hay dinero que haya entrado de manera ilegal, todo es bancarizado, todo ha sido transparente”, dijo la señora Fujimori en 2018. La señora Fujimori mintió groseramente y entorpeció así la investigación fiscal, señor Ramos.

Tan lejos de la felicidad está el dinero, que la señora Fujimori —con las billeteras gordas de este país puestas en su mesa— no supo conquistar la presidencia dos veces. Plata al agua, dirá usted. En absoluto, sabio lector. Porque al recibir esa montaña de plata, la señora Fujimori canjeó sus intereses por favores que pagó con leyes en el Congreso y que pagará, inexorablemente, con el voto esquivo de la gente. No hay lonche gratis, dice Friedman. Aunque la abundancia, retruca el filósofo francés Hippolyte Taine, suele producir indigestiones y torpezas.

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