El costo de la brutalidad.
El costo de la brutalidad.

Es muy difícil medir el impacto de los fenómenos sociales y culturales complejos, que tienen causas y consecuencias económicas y de diverso tipo. Pero no es imposible. Un estudio de la cooperación alemana (GIZ) y la Universidad San Martín de Porres calculaba en 2016 que el costo agregado de la violencia contra la mujer para la sociedad peruana (incluyendo costos directos, como los de salud, y otros más indirectos como pérdidas de productividad) podría alcanzar hasta 4% del PBI. Ello podría implicar un costo de más de ¡US$8,000 millones! Nada menos.

Menciono estos fríos números para tapar la boca a quienes creen que podría no ser práctico combatir decididamente la violencia contra la mujer y su causa eficiente: el machismo.

Pero existen además profundas razones morales y antropológicas que hacen imperativo luchar por la justicia de género. Cuánto daño emocional, psicológico y moral puede producirse entre ciudadanos de un país que tiene normalizado el maltrato a las mujeres. Es clave, pero difícil de medir. No por ello es irrelevante.

Leía hace poco un artículo del profesor Hugo Neira, en el que afirmaba: “Debe haber unos 8 millones de jóvenes que pasaron por las aulas y no escucharon jamás un poema. Nunca poesía. A mí se me ocurre que hay un lazo entre la desaparición del romanticismo y el aumento del feminicidio. La ternura con la mujer no es innata, se aprende”.

Si fuera cierta la intuición de Neira, la poesía además de su belleza intrínseca podría esconder 8,000 millones de razones para cultivarla más. Sería lo justo, lo bello y además, lo económicamente eficiente.

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