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Redacción PERÚ21

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Así los llamó un joven que está a punto de culminar sus estudios universitarios con bastante éxito. Se refiere a compañeros en un curso que lleva por segunda vez, especialmente difícil. Cree que esta vez lo ha logrado pasar. "Probablemente con 12 o algo así, lo que es bastante, ya que los exámenes se preparan para que casi nadie obtenga más de 10", dice. "Es por eso que comenzamos alrededor de 35 y a lo largo del ciclo desertó más de la mitad", concluye con sonrisa satisfecha.

Me pregunto cuál es el sentido de cursos casi pensados como una tortura a la que solo pocos sobrevivirán. Hechos para demostrar que la letra con sangre entra. Concebidos como prueba de que los estudiantes son incapaces. Que terminan siendo un espectáculo en el que el profesor-emperador baja o sube el dedo frente a una arena plena de caídos.

El término 'desertor' suena, en el contexto anterior, absolutamente razonable. Los estudios son una guerra anticipada; los estudiantes son como esos tirones de las legiones romanas que pagaban derecho de piso durante un tiempo de maltrato extremo, y los profesores, los sargentos gritones y desalmados que no admiten ninguna debilidad.

Aunque en los ejércitos puede ser necesario un periodo de homogeneización recio, este dura poco y muy rápidamente da lugar al respeto por la individualidad, la flexibilidad táctica y la visión estratégica. Por lo menos en fuerzas armadas exitosas.

En la educación se puede y debe promover la resistencia y capacidad de superar obstáculos, pero eso no tiene nada que ver, si queremos profesionales realmente competitivos y creativos, con cursos que son exitosos en la medida que más estudiantes fracasen.