Descrédito parlamentario

"La credibilidad cero de nuestra clase política y la anterior representación parlamentaria no se revierte ejerciendo la demagogia a mil".
(Anthony Niño de Guzman \ GEC)

Era difícil superar los niveles de abyección moral a que llegó el anterior Congreso de la República, dominado por el fujimorismo, pero el desbocado populismo electorero que hoy rebalsa el local de la Plaza Bolívar está ya igualando el daño que sus predecesores hicieron al país y a su democracia.

La credibilidad cero de nuestra clase política y la anterior representación parlamentaria no se revierte ejerciendo la demagogia a mil, como parecieran pensar estos señores, si no se supiera que es el cálculo político inmediatista lo único que los moviliza, sin medir las consecuencias de sus actos.

Que sigan dándole vueltas y vueltas a la propuesta de eliminar una inmunidad parlamentaria que consuetudinariamente no ha sido más que pura y dura impunidad para representantes en problemas con la justicia es realmente una vergüenza; lo mismo con la urgente propuesta de cerrar las puertas a los corruptos y homicidas para las futuras elecciones, de manera que ya no puedan postular si tienen condenas en primera instancia. La ciudadanía no deberá perdonar tamaña traición.

Y desde luego, ni hablar de proyectos tan rotundamente absurdos como el que se discutirá hoy sobre el congelamiento de deudas, que, como se ha explicado hasta el cansancio, terminará encareciendo los préstamos y afectando al ciudadano de a pie, peor cuando son los mismos congresistas que impulsan ese proyecto los que tienen deudas que quieren postergar.

O el de la devolución de fondos de la ONP, tan descabellado como el anterior (la propia ministra de Economía, María Antonieta Alva, ha dicho que “va a ser muy difícil que salgamos de la crisis si se aprueba el proyecto de la ONP, pues se está hipotecando el futuro del país”).

Puede entonces que en la sesión de hoy tenga este Congreso la última oportunidad de redimirse ante la Historia, evitando aprobar despropósitos antitécnicos que –como han advertido los especialistas que ellos se niegan a consultar– obtendrán el efecto contrario al deseado, es decir: a la larga o a la corta, solo perjudicarán irremediablemente la democracia en unos casos y la economía popular en otros.

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