Dama en jaque

“Barata ha sido clarísimo: no solo entregó US$3 millones, también afirma haber recibido una llamada directa de la exalcaldesa para que apoquinara a la brevedad”.
El abogado de Villarán señaló que su patrocinada "ha negado en todo momento" haber recibido dinero de Odebrecht. (Foto: GEC)

La resobada fórmula de “su palabra contra la mía” a la que tanto recurren, como primer reflejo, distinguidos caballeros y damas al ser acusados de cualquier ilícito se ha usado hasta la extenuación durante las investigaciones del equipo especial Lava Jato, quizás confiando en la también celebérrima regla no escrita de que “las coimas no dejan facturas”.

Pues bien, estamos en el siglo XXI y las coimas son perfectamente rastreables gracias a las nuevas tecnologías, si uno encuentra la pista correcta. La presunta solidez de la honra, por otro lado, de egregios hombres y mujeres de empresa o partido en el Perú ha demostrado su fragilidad con las imágenes en tiempo real de propietarios o gerentes de grandes firmas desfilando hacia la carceleta del Palacio de Justicia.

Susana Villarán de la Puente y su gerente José Miguel Castro no han hecho más que negar desde el principio las insinuaciones y sospechas, más tarde acusaciones directas, de haber recibido donaciones de Odebrecht para su campaña contra la revocatoria. Pero esta vez Barata ha sido clarísimo: no solo entregó tres millones de dólares, también afirma haber recibido una llamada directa de la exalcaldesa para que apoquinara a la brevedad.

Y en Curitiba, hoy el fiscal Germán Suárez, a cargo del proceso contra ella, con su cuestionario buscará terminar de atar cabos, que seguramente estarán además bien documentados en el ya famoso hato de 4,000 folios entregado por la empresa brasileña.

Lo que vendrá después en territorio peruano es previsible. La suerte de quien llegó a la Alcaldía de Lima gracias, principalmente, a la intensa campaña que tuvo en contra parece estar ya echada.

Su caso también es emblemático. Una dama proveniente de lo más rancio de la aristocracia limeña, al igual que su impar antecesora femenina en el cargo, Anita Fernandini de Naranjo –una de vagas ideas izquierdistas, la otra, prestigiosa filántropa, ambas muy católicas–, con públicas preocupaciones por los pobres, pero a los que jamás llegaron a beneficiar, digamos que excluyentemente o en mayor medida que otras administraciones, durante su mandato.

El consabido “lo niego todo” de Villarán es a estas alturas insostenible.

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