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Cuestión de desconfianza

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Fecha Actualización
La confianza es la esperanza que una persona tiene en que algo suceda de una forma determinada. Está claro que en esta crisis lo último que hay es confianza. La cuestión de confianza, paradójicamente, evidencia la desconfianza entre el gobierno y el Congreso. La confianza se rompió hace tiempo. O se fue rompiendo con el tiempo. Los proyectos que hoy son la esencia de la reforma política fueron desechados por la mayoría parlamentaria mucho antes de toda esta crisis. Desde que el gobierno presentó la reforma, a principios de abril, esta mayoría lo que hizo fue recortarla o –como con la inmunidad– mandarla al archivo sin discutir cambios que se debieron hacer, insisto, mucho antes de toda esta crisis.
Con la cuestión de desconfianza sobre la mesa, al gobierno parece entusiasmarle más la idea de disolver el Congreso que las reformas. Un 60/40, digamos. Pedir que los cinco proyectos se aprueben en primera votación en 15 días es pedirle peras al olmo. Reclamar que no sean desnaturalizados roza con el mandato imperativo al que los congresistas no están sujetos. El escenario de la disolución es el que la calle reclama, pero ni por asomo es la aplicación de una reforma política en 2021. Cuatro meses con la Comisión Permanente que blindó a Chávarry, un Congreso nuevo con la utópica etiqueta de «reformista» que complete el mandato y una altísima probabilidad de que se puedan reelegir los que hoy esa misma calle rechaza no es el más esperanzador de los destinos.
El Perú es hoy el avión con el piloto y la tripulación jalándose de los pelos. Hay extremistas que sueñan con un 5 de abril o una Asamblea Constituyente. Aún queda un estrecho margen para una salida política de aquí al martes. El destino de este vuelo es el progreso y no el caos que gritan los extremos. Abróchense los cinturones.
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