Cuestión de clase

“Algunos celebran como gran logro que los centros comerciales vuelvan a operar, pese a que esto no signifique ninguna victoria contra el virus. Por el contrario, es la derrota final de la salud sobre la economía”.
(GEC)

Estamos cometiendo un error histórico al tomar la decisión de abrir todo en un momento en que los contagios no están a la baja. En Lima, algunos celebran como gran logro que los centros comerciales vuelvan a operar, a pesar de que esto no signifique ninguna victoria contra el virus. Por el contrario, es la derrota final de la salud sobre la economía. Es una bajada de bandera para dejar en manos de cada quien su cuidado y el de los demás. Lo que no dicen quienes aplauden este camino es que es más fácil cuidarse cuando haces teletrabajo o tienes tu propio carro para moverte. “Cuidarse” no es igual si el trabajo que realizas es presencial, en lugares hacinados o en contacto continuo con otras personas.

Así es como la forma en la que cada uno enfrentará el COVID se convierte, incluso más que antes, en un asunto de clase: los que están en los peldaños socioeconómicos más altos esperarán en sus torres de marfil mirando por la ventana a que el virus pase, mientras que los que están en los escalones más bajos caminarán por el matadero cruzando los dedos todos los días para no toparse con la enfermedad.

Esta resignación es también la manifestación del capitalismo más descarnado: un llamado al consumo sin importar que en el intento más personas mueran. Es un mantra que afirma de manera bastante explícita que para sostener el sistema tenemos que arriesgar nuestras vidas, porque es más importante la economía que nuestra propia salud. Pero no se aplica igual para todos: los que menos tienen, tienen que arriesgar más o, más bien, son los únicos que arriesgan realmente. En el momento en que el gobierno renunció al bono universal, esta verdad se volvió oficial. Lo menos que podríamos hacer es aceptar de una vez que vivimos sumergidos en un mercantilismo disfrazado de república, donde la vida de cada quien depende de su posición en la pirámide social.

Tags Relacionados:

Más en Opinión

Universitario sin Calca, Cancha ni Concha para el clásico

“IA en las industrias peruanas: ¿Estamos preparados?”

“Inclusión financiera con sentido humano”

El cinismo en la política

Ernie será siempre Ernie...

Peleando por migajas

Siguiente artículo