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Cuentos de un país en crisis
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En un país azotado por la crisis política, el permanente enfrentamiento entre oficialistas y opositores, la delincuencia, la corrupción y los problemas económicos, un fiscal de la Nación se enteró de que el Gobierno de su país había enviado a uno de sus más fieles y obsecuentes colaboradores a hablar con unos consejeros para tratar de acelerar su suspensión.
Enfurecido y sabiendo ya cuál sería su futuro inmediato, el fiscal de la Nación, que se sintió traicionado, habría decidido vengarse del Gobierno de su país al más puro estilo de Sansón y los filisteos.
Así, decidió hacer público el secreto de Estado mejor guardado, poniendo al descubierto todos los esfuerzos que el gobernante de turno y sus sumisos colaboradores hacían –por segunda vez luego del fracaso de la cooperación eficaz– para tratar de ayudar a uno de los más fieles amigos del gobernante y su esposa que había salido del país a una nación vecina.
En un primer momento, la noticia sorprendió y dejó atónitos y sin reacción a los colaboradores más cercanos del gobernante. Pero luego, al verse descubiertos, se vieron obligados a ejecutar una serie de acciones apresuradas para dar la impresión de que habían estado haciendo lo correcto.
Sin embargo, no pudieron engañar a nadie, porque en su afán de salvarse cayeron en una serie de contradicciones que no pudieron explicar. Ni siquiera el que era considerado como el más eficiente y popular de los colaboradores pudo explicar cómo es que el fiel amigo del gobernante pudo escapar al país vecino burlando el temido y famoso cerco que dijo haber impuesto.
El problema para ese gobierno y para su gobernante fue que perdieron hasta la última gota de credibilidad que les quedaba, y quedaron como rehenes del fiel amigo y sus propias mentiras.
Sin embargo, el fiscal de la Nación pudo concretar su venganza y puso en jaque al gobierno de su país, y se guardó muchas otras cosas para nuevas ocasiones.
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