PUBLICIDAD
Crianza solitaria y desconfiada
Imagen
Fecha Actualización
Roberto Lerner,Espacio de crianzahttp://blogs.educared.org/espaciodecrianza/
Imaginen que llegan el primer día a la guardería o nido y quienes reciben a sus hijos son… varones. El personal es, mayoritariamente, masculino. Miradas incrédulas, entre divertidas y algo incómodas. Lo políticamente correcto está a punto de aflorar, algo así como ¿y cuál es el problema?, pero surgen expresiones como ¡ni hablar!; sería muy extraño; parecería una broma, quizá una cámara escondida; hombres metidos de cuidadores de niños o profesores de preescolar…
Nadie puede dudar de que los prejuicios existen y, bueno, la división de trabajo en términos de género está en nuestras mentes. Pero la cosa va más allá. Durante los años 90, la crianza de niños ha ido introduciendo desconfianza y recelo hacia los adultos que de una u otra manera tienen que ver con la próxima generación o entran en contacto con ella.
Si lo que hacemos los padres define el futuro, pues, el primer recelo es si estamos preparados para ello o si alguna patología indica consecuencias indeseables. Los adultos que, por cercanía familiar o identidad profesional están cerca de los niños, son también vistos como potenciales agentes de la mala suerte o intenciones torvas. Los extraños están fuera del ámbito de la confianza y, de oficio, deben ser evitados.
Es muy sencillo: la crianza se ha convertido en un asunto privado, solitario, desligado de la comunidad. No es una tarea de la generación anterior, sino de la pareja, cuyos integrantes minimizan riesgos y optimizan resultados contra el mundo, contra otros adultos, a veces contra ellos mismos. Una cierta solidaridad generacional —¿acaso no recurríamos, cuando niños, a otro adulto, también si era un extraño, cuando teñíamos un problema?— se ha roto. ¡Es una pena!
PUBLICIDAD
ULTIMAS NOTICIAS
Imagen
Imagen
Imagen
PUBLICIDAD