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Cortázar y el siglo del jazz

Cortázar, cuyo centenario se conmemora este año, nació con el jazz y esta vertiente musical llegaría a ser el catalizador de su obra narrativa.

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Fecha Actualización
Guillermo Niño de Guzmán,De Artes y LetrasEscritor

Entre las artes que podemos identificar como propias del siglo XX, el jazz irrumpió como una forma de expresión capaz de transmitir la sensibilidad de una época signada por la innovación. De ahí que un escritor revolucionario como Julio Cortázar no fuera inmune a su influencia. En buena cuenta, nació con el jazz y se nutrió de su espíritu, a tal punto que esta vertiente musical llegaría a ser el catalizador esencial de su obra narrativa.

Cortázar, cuyo centenario se conmemora este año, descubrió el jazz en su primera juventud. Como él mismo reveló, solía deambular de casa en casa con los primeros discos de Louis Armstrong, en busca de un fonógrafo donde tocarlos, pues este aparato todavía era una rareza en el Buenos Aires de comienzos de los años treinta. El joven autor no tardaría en percatarse de que los aficionados al jazz constituían una "comunidad secreta", una especie de secta que disfrutaba de un ritual privilegiado y del cual sería oficiante durante el resto de su vida.

Hay un par de fotos en las que aparece Cortázar soplando una trompeta. Según su propia confesión, era un ejecutante pésimo y solo se ejercitaba con este instrumento como un desahogo. Sin embargo, fue un conocedor apasionado del jazz, siempre dispuesto a explorar los nuevos caminos que este abría sin cesar. El escritor argentino se radicó en París en 1951, cuando los músicos estadounidenses causaban furor en las cavas existencialistas de la posguerra y se entregó de lleno a su afición.

Lo importante en su caso es que el jazz, en tanto fuente de libertad e improvisación, se convertiría en el motor de su creación. Así, se empeñó en narrar como si fuera un instrumentista. Por ello es que decidió escribir Rayuela sin saber exactamente qué iba a suceder en el siguiente capítulo. Además de una vocación lúdica, lo animaba el deseo de renovar el lenguaje y de emprender una aventura imaginativa más espontánea y vibrante. A la manera de un saxofonista tenor, Cortázar parte de un tema y cabalga alrededor de él, lo deshace y reconstruye a su gusto, enhebra nuevas líneas melódicas sobre una base armónica, acelera o suaviza el ritmo de acuerdo a la intensidad de sus emociones, creando sobre la marcha una obra única e irrepetible. Cortázar admiraba mucho a Charlie Parker, el genial improvisador que consiguió que el jazz franqueara las puertas de la modernidad. Su prematura muerte en 1955, a los 34 años, le inspiró "El perseguidor", un largo cuento que, más que una historia sobre la tragedia de un músico incomprendido y autodestructivo, es, ante todo, una asombrosa inmersión en los arcanos de la creación y del misterio de la existencia.
Por entonces, Cortázar ya había advertido en un ensayo que el jazz "consiste en una lección de contenido metafísico, donde la música cesa de ser un arte para convertirse en una prueba, la prueba del hombre".