El mundo está experimentando la turbulencia económica más importante de los últimos 90 años y ni las economías más desarrolladas saldrán indemnes. Por ejemplo, se espera que en EE.UU. la crisis sea cuatro veces la de 2008 y que el nivel de desempleo sea comparable al sufrido durante la Segunda Guerra Mundial (Goldman Sachs).

Ante ello, si bien se estima que en 2021 se dará una fuerte recuperación, este año el golpe será duro, sobre todo en economías emergentes como la nuestra. Aquí, el crecimiento peruano se contraerá en 4.7% (FMI), rompiéndose así el récord de 21 años consecutivos de crecimiento ininterrumpido, lo que aumentará el desempleo a niveles nunca antes vistos en este siglo.

Para que la recuperación después del bache sea lo más rápida posible, es importante que sobreviva la mayor cantidad de empresas, para lo cual será importante aumentar la flexibilidad laboral. Si bien esto incrementará el desempleo en el corto plazo, al 2021 se habrá minimizado la destrucción de unidades productivas, lo que facilitará la creación de nuevos empleos.

Lamentablemente, la “suspensión perfecta laboral” definida por el Ministerio de Trabajo no aplicará para todas las empresas, ya que no todas podrán cumplir las condiciones. Al parecer, no se entiende que, además de garantizar el sustento de trabajadores en paro, el objetivo también es evitar la destrucción del tejido empresarial, que es el único generador de riqueza y empleo en el país.

El Ejecutivo podría aliviar esta situación si garantizara con el tesoro público el 100% de los créditos otorgados por Reactiva Perú para el pago de sueldos y proveedores. El destino de la economía está en manos de Vizcarra.