(Midjourney/Perú21)
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Buena macroeconomía combinada con bajo bienestar. Es una paradoja de la economía peruana, pues se supone que, a mayor crecimiento, mayor bienestar. Veamos algunos datos. Por un lado, el crecimiento económico entre 2001 y 2022 fue de 4.3% como promedio anual, mientras que la inflación, en el mismo periodo, ascendió a 2.8% anual. Ambas cifras colocan a Perú en los primeros lugares de América Latina. Por otro, la turbulencia política y los magros resultados sociales también han sido una característica distintiva. El resultado es una casi nula credibilidad en la denominada clase política, que es la llamada a tener la iniciativa en buscar al conector entre crecimiento y bienestar: las reformas.

¿Cómo logramos que el crecimiento alcance a todos los ciudadanos? Ese debería ser el tema de un debate nacional, pues el objetivo es mejorar la vida de los más vulnerables. El conector no aparece de la nada, sino que se necesita hacer reformas. En la última semana, ha sido claro el desabastecimiento de medicinas básicas e instrumental quirúrgico para atender a miles de ciudadanos. Los economistas debemos recordar que el objetivo de cualquier estrategia es aumentar la calidad de vida; sin embargo, eso no ocurre y no es un problema de ahora. Tiene décadas.

El crecimiento es una condición necesaria para elevar el bienestar, pero no es suficiente. Existen dos canales que conectan al crecimiento con el bienestar.

Primero, el crecimiento eleva la recaudación tributaria y, por ende, le entrega el dinero al gobierno, en sus tres niveles (central, regional y local). Lo que ocurre de ahí en adelante es una caja negra, pues el dinero no llega a los más necesitados. Aquí aparecen dos razones: primero, la ineficiencia en el gasto y, segundo, la corrupción que corroe todos los niveles del aparato público. Así, la primera reforma de la que se habla hace varios quinquenios es la del Estado. Sin embargo, es la más ausente. Perú no tiene un Estado al servicio de sus ciudadanos. Lo grave es que se está identificando esta falta de funcionamiento efectivo con una falla de la democracia. En la última encuesta de Latinobarómetro, en Perú, solo el 8% declaró estar satisfecho con la democracia, el menor guarismo de América Latina.

Segundo, la teoría señala que el crecimiento aumenta el empleo; sin embargo, ¿existe una fuerza laboral capacitada que pueda ser absorbida por los empleadores? No en los niveles adecuados. La razón se encuentra en la ausencia de reformas en, al menos, tres sectores claves: educación, salud e informalidad. Como prueba de ello, basta decir que Perú se ubica en los últimos lugares en las pruebas internacionales de educación, tiene una informalidad que asciende a 75% de la población económicamente activa y más del 40% de los niños entre 0 y 36 meses tiene anemia. La conclusión es la siguiente: no solo se trata de aumentar los recursos, sino de mejorar el funcionamiento de los sectores. Perú es un país subgestionado.

La ausencia de reformas se debe a la baja credibilidad de las autoridades políticas. Sin confianza ni credibilidad no se pueden poner en marcha reformas profundas. Perú no tiene partidos políticos, sino movimientos o etiquetas electorales que se crean para una elección y luego desaparecen. Y los resultados de las reformas no se ven en el corto plazo.

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