Joe Biden junto al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en la Cumbre de la OTAN (Foto: AFP).
Joe Biden junto al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en la Cumbre de la OTAN (Foto: AFP).

Era la cita ideal para posicionar a y su presidencia en una posición de fuerza. El momento oportuno para resaltar el compromiso de esta con la lucha por la libertad y la democracia.

Para demostrar la capacidad de convocar grandes alianzas y ejercer un liderazgo internacional. Más significativamente, era la ocasión para dejar atrás ese lamentable episodio que hace dos semanas cubrió con un manto de dudas la candidatura de Joe Biden a la reelección.

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Pero al término del encuentro, dos lapsus del mandatario octogenario marcan el cierre de la cumbre, cuando hace alusión a Kamala Harris como “vicepresidente Trump” y anuncia al gobernante de Ucrania como “presidente Putin”.

La ciudad de Washington DC convocó los días 9 al 11 de julio a los jefes de estado y de gobierno de los 32 miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), además de los países asociados al acuerdo y la Unión Europea.

La conmemoración de los 75 años de existencia del pacto tiene lugar en el mismo lugar en que el mundo atestiguó su nacimiento. Una oportunidad para recordar la posición de poder que ha ostentado el dueño de casa en el último siglo.

Pero más importante aún es la señal que se emite al electorado norteamericano. Porque no podemos perder de vista que en el país de tío Sam la política exterior responde a la política interna, que las sensibilidades se agudizan en tiempos de campaña y que las elecciones hay que ganarlas.

No es posible analizar el último encuentro del organismo internacional aislándolo de la carrera presidencial. Tal como señala algún experto electoral, Biden encara el evento con cero margen de error.

A estas alturas no es solo el daño a la reputación por el mal desempeño en el debate en contra de Trump. Los golpes que más duelen provienen del “fuego amigo”, de los mismos demócratas y financistas de la campaña que ahora echan pie atrás.

Pero el veterano político se desiste a renunciar. Pese a los vaivenes económicos y la reticencia que el congreso demostró para aprobar el último paquete de ayuda militar a Ucrania (que también benefició a Israel), Biden presiona el acelerador firmando otro más. También acelera acuerdos con Alemania y articula mecanismos de integración de la OTAN con las fuerzas militares de Kiev.

En definitiva, Europa recibe un cóctel de dinero, armas y actitud, todo envuelto en una narrativa bien elaborada con el objeto de llegar al votante local. A su vez, el continente que vio nacer la civilización occidental inicia un decidido rearme y se encamina a una regresión hacia visiones militaristas que recuerdan épocas de la guerra fría.

Berlín tendrá los tomahawk con los que puede alcanzar Moscú y más allá, Volodymyr Zelensky recibirá varios F16, equipo de defensa antiaérea, entre otros, que suman más de 40 mil millones en ayuda militar.

El juego es peligroso y todos lo saben. En la cumbre se acusa a China de cumplir un rol clave en la guerra de Rusia. Xi Jinping respondió de inmediato enfatizando su neutralidad, pero omitió el hecho que, desde el jueves 11, fuerzas militares de Pekín participan en ejercicios conjuntos con Bielorrusia, en la frontera con Polonia.

Por su parte, Rusia acusa recibo del redespliegue de armas y promete responder a la amenaza. Mientras, Europa queda a la expectativa de que Estados Unidos pueda responder a los compromisos asumidos, antes que a Biden se le olvide.


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