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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Años atrás paré con un familiar en la entrada de una farmacia Walgreens en Miami. Ni acabamos de estacionar cuando un auto nos chocó y se dio a la fuga. Minuto 2 tras el incidente: un juvenil empleado de Walgreens sale con dos vasos de agua ("para reconfortarnos"), lamenta el incidente y nos comunica que ya llamó a la Policía. Minuto 10: llega un policía yanqui, que súper amable nos dice que "el estado de Florida lamenta esto que afecta nuestras vacaciones" y nos pide datos del infractor para ordenar detenerle. Minuto 15: se aparece el auto infractor, custodiado a cada costado por dos autos particulares que le escoltan con las luces de emergencia puestas. Eran dos parejas jóvenes de gringos –que no se conocían– que pasaban por allí, vieron el incidente y traían a la señora fugada. La dejaron y se fueron. Minuto 16: el policía reconviene fuerte a la fugada (esta alega que fue a buscar a su marido), pero dice que no quiere armar más problemas y le inquiere "o se declara aquí culpable, firma el recibo del seguro y se va o se declara inocente y vamos al juez".

La gringa firma y se va. El policía también firma, nos da la mano y se va. Minuto 20: el maltratado auto arranca y nos vamos. Minuto 40: lo dejamos en la tienda de arrendamiento junto a la hoja firmada y chau. No hubo dosajes. No hubo llorones alegando inocencia. No hubo horas perdidas en comisarías ni tonteras. Solo hubo amabilidad, eficacia y civismo, porque allá son ciudadanos.

Romy Schroth demostró ser una ciudadana de verdad –como esos anónimos que capturaron a la fugada– al denunciar así esta semana al desequilibrado que le pegó a un niño. Necesitamos mucho más Romys.