Viejo cambalache

“Ahora la necesidad es menor, pero la protesta es mayor porque la bronca no viene por carencias sino por desigualdades”.
(Foto: AFP)

El barrio está de bronca. Ecuador y Chile con protestas incendiarias. Argentina y Uruguay en incertidumbre por elecciones. Bolivia y Perú con transiciones de gobierno turbulentas. Colombia con rebrotes de conflicto interno. Venezuela en colapso social. Brasil sepultado por corrupción y exportándola. Después de años en democracia y de crecimiento económico, el continente se tambalea. Asusta tanto que algunos extrañan la disciplina de las dictaduras, olvidando las barbaries que generan. ¿Cuándo se jodió América del Sur?

La pregunta viene con trampa. Cuando Santiago Zavala se preguntó ¿en qué momento se había jodido el Perú?, estaba mirando la avenida Tacna, los edificios desiguales, los esqueletos de los avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. El Perú estaba jodido porque Lima estaba fea. Su molestia era estética, no la dictadura de Odría, que de eso trata Conversación en La Catedral. Además, asume que estamos fregados por un hecho ajeno ocurrido en algún momento. Como el meteorito que extinguió a los dinosaurios. La verdad es que si estamos como estamos, es por un largo proceso en el que hemos sido, a la vez, víctimas y culpables.

Luego de años de pérdidas en este siglo hubo prosperidad. El continente tuvo dinero, pero una parte la robó la corrupción y la otra fue aprovechada solo por las élites. Todos mejorábamos, aunque unos más que otros. Las distintas velocidades no importaban tanto porque, con el tiempo, cada quien alcanzaría sus ilusiones. Cuando se acabó el crecimiento, se desvaneció la promesa de una vida mejor, se sintió un sabor a estafa y la frustración acumulada se desbocó por cuatro centavos de dólar, que fue el aumento del pasaje del metro en Santiago que incendió la pradera.

Mala combinación la de una economía a la baja y reclamos sociales en alza. Sin embargo, en los años ochenta, cuando hubo hambre de verdad, ayudaron programas sociales como los comedores populares. Ahora la necesidad es menor, pero la protesta es mayor, porque la bronca no viene por carencias sino por desigualdades. Para resolverlas hay reglas básicas. La compensación se produce pagando impuestos para generar oportunidades. Luego viene el difícil arte de saber gastar en servicios públicos y subsidios solo lo que se recauda. Ni un centavo más, porque la deuda genera inflación, que es peor para todos. Enorme tarea la del equilibrio entre austeridad y solidaridad. No es fácil, pero ya lo vivimos. Como antes, saldremos adelante con responsabilidad política y mucha empatía.

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