En el mundo, 57% de las mujeres adultas tiene, al menos, una cuenta en el sistema financiero. En América Latina (LAC), el porcentaje baja a 48%, y en el Perú, el mejor entorno para la inclusión financiera, estamos en un penoso 22%. Estos datos recogidos por el Findex (2014), el índice que genera el Banco Mundial con Gallup y la fundación Gates, muestran avances respecto a la medición del 2011: en el ámbito internacional, el porcentaje de mujeres con una cuenta creció en 10 puntos, en LAC en 13 y en el Perú solo en 4.
En el mundo, a los hombres les fue igual. Los que tienen una cuenta pasaron de 54% a 64%, con lo que la brecha entre hombres y mujeres se mantuvo estancada. En el Perú esta brecha creció. Los hombres con cuenta pasaron de 23% a 36% entre 2011 y 2014 (+13 puntos) y las mujeres con cuenta de 18% a 22% (+4 puntos).
Dos conclusiones. Primero, las brechas de género no se están reduciendo con los mayores niveles de inclusión financiera. Segundo, en el Perú tenemos bajos niveles de inclusión financiera con un componente creciente de desigualdad de género.
Tenemos que afrontar esto y tomar acción. No se trata de cumplir con una meta estadística, sino asegurar que las mujeres tengan acceso, al igual que los hombres, a las herramientas que les permitan progresar, manejar mejor su dinero, protegerse contra eventos inesperados e invertir en lo necesario para salir adelante, para lograr mayor autonomía.
Necesitamos asumir el reto de cerrar esta brecha. Urge hacer un esfuerzo conjunto entre el sector público y privado, y sobre todo con los oferentes de servicios financieros. No se trata de ofrecer cuentas con tarjetas de débito rosadas ni descuentos en peluquerías, sino de ofrecer servicios financieros adaptados a las necesidades de las mujeres peruanas. Para eso, primero, tenemos que conocerlas y entender sus finanzas. ¿Comenzamos por ahí?