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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

En mi opinión, estos cuatro meses de la primera etapa de la campaña quedan teñidos por un vicio muy grave que está alterando las condiciones mínimas de igualdad para una contienda electoral. Me refiero al abuso del poder del dinero para hacer propaganda encubierta, usando los dineros de una universidad.

Todos saben de quién hablo, porque todos hemos visto hasta la saciedad la multimillonaria inversión hecha dizque para anunciar cuál es la fecha del examen de ingreso a su universidad.

No es necesario entrar en detalles de cómo esa publicidad está, más bien, premeditadamente destinada a promover su candidatura de modo disfrazado. Lo está haciendo con dinero de una universidad privada que funciona como negocio. Es decir, usando para fines electorales las pensiones que pagan los estudiantes para recibir una educación de calidad. Está usando, además, exoneraciones de impuestos otorgadas por el Estado (incomprensibles desde mi punto de vista, ya que no veo razón alguna para que un negocio universitario tenga privilegios que ningún otro negocio tiene). O sea, no solo se está usando el dinero de las pensiones de los estudiantes, sino también el de todos los peruanos, que lo financiamos vía exoneraciones.

Creo que el gasto publicitario en TV, radio y paneles publicitarios de todos los otros candidatos juntos no debe llegar ni a un tercio de lo gastado para anunciar "la fecha de un examen de ingreso". Ya varios de ellos y con buenas razones se han quejado de que se haya desnivelado la cancha de una manera tan ostensible.

Por supuesto que la responsabilidad principal de lo que ocurre está en el Congreso, que fue incapaz de modificar las normas electorales para fiscalizar, de verdad, la forma en que se financian las campañas. Casi con sorna, el presidente del Congreso y dirigente de esa agrupación política acaba de sostener que, si el Jurado Nacional de Elecciones les dice que dejen de usar la universidad, ellos obedecerán. Sabe muy bien que ya es irrelevante; que, con cuatro meses de intensiva campaña (casi nada) subliminal, cuando todos los demás no tenían cómo publicitarse, ya el objetivo está logrado.

Estamos ante una situación sumamente desventajosa e injusta. El poder del dinero está siendo lo que manda hasta ahora. Cabe imaginar, por cierto, el dinero que gastará (¿invertirá?) en el cenit de la campaña electoral quien ya hizo una inversión tan fabulosa en estos meses de calentamiento.

Ahora bien, si los candidatos "grandes" se ven afectados, lo que ocurre con los chiquitos es brutal. Para empezar, no olvidemos que el señor César Acuña era uno de esos chiquitos, hasta que lanzó esta campaña multimillonaria, y no fiscalizada, de publicidad.

Hasta donde llego a saber, habrá otros 12 candidatos presidenciales, o sea, siete adicionales a los más importantes. ¿Cómo van a lograr que sus propuestas lleguen con cierta efectividad si hay tal distorsión en la capacidad económica de hacer publicidad? Y, ojo, más allá de simpatías o antipatías, hay muchas candidaturas importantes que hoy están con 2% o menos.

Se puede discrepar o coincidir con cada uno de ellos, pero es importante que se escuche, por ejemplo, la voz de Verónika Mendoza, quien finalmente, por la fuerza de las circunstancias, quizá sea la única representante de izquierda en campaña. La de Acción Popular, un partido histórico que llegó tres veces a la presidencia y que parece que tendrá como candidato a Alfredo Barnechea, un destacado periodista y académico. La de Ricardo Belmont, que ha sido dos veces alcalde de Lima. La de Ántero Flores-Aráoz, quien ha sido presidente del Congreso y ministro de Defensa, o la de los congresistas Renzo Reggiardo y Yehude Simon, este último habiendo sido antes presidente regional y primer ministro de Alan García. Entre los nuevos, la voz de Miguel Hilario, un nativo de la selva que logró un doctorado en Stanford, o la de Julio Guzmán, que ha hecho enormes esfuerzos por difundir sus puntos de vista.

Lo que quiero resaltar es que hay mucha oferta de propuestas y de candidatos que tienen algo que decir, pero que van a quedar absolutamente abrumados por el poder de dinero en campaña.

Estamos ante un problema clave para la equidad electoral y que el pésimo Congreso que, afortunadamente, pronto concluye sus funciones no quiso abordar.

Nada de esto lo puede solucionar Perú21, ni siquiera todos los diarios juntos. Pero sí me cabe, como defensor del lector, plantearle al diario que, dada la distorsión tan profunda que se ha creado, haga un esfuerzo adicional de cobertura que vaya más allá de los candidatos principales.

Sé que estamos ante un diario, que no le sobran las páginas y que tiene que cubrir noticias de diferentes ámbitos, por lo que la política queda, por más importancia que se le dé, circunscrita solo a algunas carillas. Aun así, el diario debe asegurase de que todo candidato presidencial tenga en sus páginas un mínimo de dos entrevistas extensas en el diario y, en la medida de lo posible, reseñar sus actividades y propuestas.

Creo que eso es parte del compromiso que Perú21 se ha autoimpuesto para ofrecer a los electores una visión, lo más amplia posible, de lo que está en juego en estas elecciones y de lo que cada opción plantea al debate.

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