El Gobierno estableció que el registro de visitas será publicado de forma digital. (Foto: Andina)
El Gobierno estableció que el registro de visitas será publicado de forma digital. (Foto: Andina)

La política local está marcada por las vanidades de unos pocos y la pequeñez de mirada de otros que hacen difícil imaginar una pronta solución. Después de todo, ya van dos décadas en las que venimos intentando reconstruir nuestra democracia sin haber encontrado la fórmula ganadora, en gran medida debido a una clase política sin altura para el reto. Los últimos 12 meses han sido buena muestra de ello. Sin embargo, el fatalismo al que esa realidad nos suele trasladar impide que reparemos en un suceso positivo y transversal la crisis que está por cumplir un año.

Que el Perú no haya colapsado en 2018 no es milagro de la Virgen que Llora, sino que las salidas institucionales funcionaron. Esto ha sido poco comentado, pero cada vez que las tensiones entre el Ejecutivo y Legislativo parecían estar a punto de activar el gatillo de la destrucción, siempre se encontró el desfogue en la ley. Las instituciones nos han salvado.

Tres momentos grafican este argumento: la vacancia de PPK y su posterior salida, el ingreso de Vizcarra y, finalmente, el referéndum. Todos fueron momentos de conflicto en los que estuvimos a un paso de que el orden constitucional se rompiera, pero fue la misma Constitución la que ofreció las herramientas a unos y a otros para dirimir. Ya sea el proceso de vacancia, las negociaciones a través de la cuestión de confianza que podrían haber llevado a un cierre del Congreso o la consulta popular, todas son medidas diseñadas precisamente para romper tensiones o legitimar decisiones.

El 2018 cierra con una correlación de fuerzas distinta por las sorpresas judiciales y la autodestrucción de la mayoría legislativa, pero también porque las salidas institucionales funcionaron. Esto último es una luz de esperanza. Tal vez no estamos tan mal como solemos sentenciar.

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