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Estaba cantado
Para que exista justicia no se requiere tan sólo de leyes adecuadas sino además de procedimientos que aseguren la aplicación consistente de las mismas. Ese es el meollo del asunto en el reciente fallo judicial que libera al expresidente Alan García de los alcances de la megacomisión: si se siguieron o no los formalismos durante el proceso.
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Juan José Garrido,La opinión del directordirector@peru21.com
El Poder Judicial ha determinado que la megacomisión no cumplió con lo dispuesto en resoluciones judiciales anteriores; esto es: alertados sobre los defectos de procedimiento que estaban llevando adelante, no sólo no subsanaron los errores sino que persistieron en similar yerro.
Puede o no gustarnos el expresidente Alan García; como todo ser humano, no es ajeno a los apasionamientos a favor y en contra. Lo que no podemos negarle, como a cualquier otro peruano, es un proceso que siga las formas y exigencias de ley. Una de ellas, por ejemplo, exigía que se precise "de manera puntual la conducta ilícita" que habría cometido y por la cual era acusado. La defensa del Dr. García probó ante un juez que eso no fue comunicado. Algo muy parecido, habría que recordar, a lo ocurrido con el excongresista Javier Diez Canseco. En dicho caso, el juez (curiosamente, el mismo) también solicitó la nulidad del proceso debido a errores procesales.
En ambos casos, el Poder Judicial no está juzgando si son o no culpables de los delitos, sino que se sigan los procedimientos y las formalidades de acuerdo a la ley. Es lo mínimo que debemos exigir, de igual manera, los ciudadanos si queremos que la ley sea justa y consistente.
Muchos se han aventurado a señalar al Poder Judicial en este caso, cuando en verdad es a la megacomisión y a su presidente a quien deberíamos exigirle por esta negligencia. Si los casos contra el Dr. García no son llevados ante la justicia no es por culpa de él, sino de quienes quisieron llevarlo más allá de las estipulaciones que la ley y los procedimientos establecen. Lo advertimos hace meses, y el tiempo –inevitablemente– nos dio la razón.
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