Fantasía en quechua y español

“Curiosamente las ilustraciones de Avril Filomeno recuerdan menos los dibujos infantiles que la pintura simbolista”.
Fantasía en quechua y español

Existen niños, afortunados ellos, a quienes antes de los cinco años sus padres les muestran cómo manejar un libro y les leen cuentos sencillos y coloridos. A este tipo de libros, de hojas de cartoné que resisten las mordidas y patadas infantiles, pertenece la serie de Hanan Pacha, Uku Pacha y Kay Pacha, con texto y dibujos de Motoneta (conocido como Mauri Apaza en el mundo de los adultos). Esta obra llama la atención por varias razones. La resistencia del material recuerda la de tomos memorables como Perro tiene sed y Gato tiene sueño, del japonés Satoshi Kitamura, y está pensada para los futuros lectores que hoy son muy pequeños. Pero además la obra de Motoneta es bilingüe, con una versión quechua de Nora Coronado. En uno de los volúmenes, el autor, didáctico o vanguardista, deja sin terminar las oraciones, para que el niño, participando activamente, las complete según lo que las ilustraciones le muestran. Es como si estuviéramos ante una versión inocente de las teorías de Ezra Pound o Joyce: exigencia de la participación del lector, uso de más de un idioma, celebración del mito fundacional, imperio de la imagen en la comunicación literaria… Esta trilogía ha sido publicada por el Fondo de Cultura Económica con el auspicio del Centro de Idiomas de la Universidad Ricardo Palma.

Un segundo libro, también bajo el sello del FCE, está pensado para niños más grandes. Qillqakuna. Alfabeto quechua ilustrado pertenece a la autora e ilustradora Avril Filomeno. Cada una de las dieciocho letras del quechua chanka aparece con tres palabras como ejemplo de su uso, una oración donde se las emplea y un dibujo que representa esta oración. Así, para la A tenemos los vocablos ‘apu’, ‘atuq’ y ‘amaru’, seguidos del enunciado: “Apum atuqta amarutawan tusuqta qawan” (“El padre montaña observa al zorro y a la serpiente bailar”). Curiosamente las ilustraciones de Avril Filomeno recuerdan menos los dibujos infantiles que la pintura simbolista y a veces, en su ternura, pueden llegar a ser sutilmente inquietantes. El fondo negro en todas las imágenes parece una invitación a una aventura onírica o nocturna para los niños que exploren sus páginas. Este y otros rasgos indican que el volumen no solo da cuenta de la sensibilidad andina, sino también de una estética muy personal de la artista.


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