“Cine Caleta: por amor al arte”

“Mariano y Aimée se proponen llevar el séptimo arte a los conos de la capital y a todo el país, incluso el Vraem (!)”.
“Ovejas y lobos”, corto dirigido por Alex Fischman, ganó el Festival ManifestArte de Cine Caleta.

Cine Caleta es un milagro que desafía las leyes de la realidad: ofrece funciones con ingreso libre y es autofinanciado. Desde 2017 Aimée Alayo y Mariano Enríquez proyectan películas en pantalla gigante y con audio de calidad, en un lindo jardín de una zona peligrosa de Barranco. Ahora son cuatro funciones por semana. Su programación es tan variada como el cine mismo: clásicos de Stanley Kubrick o Hitchcock en blanco y negro, animación de Pixar, terror, comedia y cualquier título que uno pueda imaginar. Este eclecticismo radical ha logrado convocar espectadores de distintas edades, gustos y clases sociales. Del 14 al 18 de mayo, Cine Caleta realizó el Festival de Cine y Derechos Humanos ManifestArte.

Noventa y cinco cortos se presentaron a concurso, que tuvo preselección y decisión del jurado. Ganó en el rubro de ficción Ovejas y lobos, de Alex Fischman, con Sylvia Majo y Aníbal Lozano. Una campesina de los Andes busca a su hijo adulto en un pueblo sometido por el miserable terror de Sendero Luminoso. La excelencia estética de esta obra nos sobrecoge al mismo tiempo que trágicamente nos fascina. En el género documental, ganó Mientras todo iba pasando, de Arón Nunez-Curto y Sandra Rodríguez, sensible testimonio de una chica que brinda acompañamiento a dos amigas que abortan clandestinamente en Lima. El premio del público fue para El espejo del valle, de Alejandra Gómez, relato sobre la identidad y la pérdida inspirado en una leyenda quechua. Personalmente, una de mis obras favoritas fue Comecabezas, filme fantástico y drama psicológico, que dirigió Francisco Ríos Telles y contó con la dirección artística de Gressy Merino y la enérgica actuación de Gabriela Gutiérrez. Durante el festival, además, se proyectaron cuatro largometrajes nacionales vinculados al doloroso tema de los derechos humanos.

Con temeridad y alarmante optimismo, Mariano y Aimée se proponen llevar el séptimo arte a los conos de la capital y a todo el país, incluso el Vraem (!). Asombrosamente, hasta ahora Cine Caleta ha logrado autofinanciarse sin cobrar entrada y la realización del festival fue posible “a punta de vender canchita y emoliente”. El encomio suele ser un gesto de cortesía, o adulación, del que nadie espera la verdad; en este caso, sin embargo, no es más que el muy merecido reconocimiento de una labor importante. Ojalá el Estado o la empresa privada apoyen una iniciativa tan generosa y saludable.



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