Cambio cantado

“El gabinete seguramente sufrirá una renovación radical en busca de que el Ejecutivo recobre el aire perdido en los últimos meses”.
El presidente del Consejo de Ministros, César Villanueva, participó este jueves 7 de marzo en el Pleno Mujer del Congreso. (Foto: César Campos / GEC)

Para nadie es un secreto que la caída de César Villanueva comenzó en las encuestas. La última, publicada hace unos días, solo le asestó el tincanazo final.

Casi un año después de haber asumido el cargo, al que llegó por invitación del entonces recién asumido presidente, Martín Vizcarra, la figura de Villanueva había pasado de ser promesa a convertirse en deuda: ni siquiera su inicial digna labor de pararrayos político resultaba ya relevante para la opinión pública y menos aún para el Gobierno.

El gabinete seguramente sufrirá una renovación radical en busca de que el Ejecutivo recobre el aire perdido en los últimos meses, tarea ciertamente difícil, pues la opacidad del primer ministro, en el caso específico de este Gobierno, responde al protagonismo del jefe de Estado, menos por su ubicuidad en los medios –al no tener partido ni bancada, digamos, orgánica– por haberse constituido en la única referencia de esta gestión, que comenzó con otro rostro.

Recordemos que en el aciago año y pico que el presidente electo Pedro Pablo Kuczynski duró en el cargo, el país prácticamente se manejó desde el Congreso, con la mayoría fujikeikista bloqueando cuanta iniciativa ministerial se presentase. Para muchos, la máxima autoridad del Gobierno, el presidente, era un juguete de Fuerza Popular, cuya lideresa –hoy en una celda de Santa Mónica– se jactó desde el principio de haber sido “elegida para ser oposición”.

Parecía pues que, en la más perversa tergiversación del sistema político de distinguidas democracias europeas, el Parlamento estaba al mando y la presidencia era solo un cargo honorífico. Fuerza Popular se daba hasta el lujo de cambiar ministros a punta de interpelaciones e incluso apocaba al Ejecutivo con sus amenazas de vacancia.

Todo cambió, no obstante, con el ascenso de Vizcarra, quien a su peculiar estilo le plantó cara al fujimorismo, ayudado por las circunstancias, claro. Y volvimos entonces al presidencialismo: es el presidente quien toma ahora las decisiones, sin consultas a partidos, comisiones políticas o bancadas. Para bien o para mal, es ese escenario con el que tendrá que lidiar el próximo gabinete.

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