Se suele decir que las urbes se vuelven pesadas para vivir cuando pasan los 4 millones de habitantes. Ciertamente, esta Lima Metropolitana de aniversario era una ciudad bastante más bonita, segura y vivible años atrás. Tenía unos 2 millones de habitantes cuando yo nacía (1964), y hace muy poco el INEI ha comunicado que este año alcanzará los 10 millones. O sea, ha crecido 5 veces durante lo que va de mi existencia, lo que es impresionante por donde se le vea (y no ha sido para mejor). Esa disparada vertiginosa se dio por tres inmensas olas migratorias, alentadas por el deseo de progreso económico, una mejor conectividad vial, la caída drástica de la mortalidad infantil en la Sierra) y dos salvajadas políticas (reforma agraria y terrorismo). Y Lima seguirá creciendo, claro que ya más lentamente. Por el norte la tapona ese descomunal cerro Pasamayo, pero por el sur y el centro tiene aún para ser densa hasta Chilca y Matucana, respectivamente. Y en la cercana San Lorenzo dispone de un área (16 km2, equivalentes casi a San Isidro y Miraflores juntos). Seguramente esta isla algún día se unirá al Callao por puentes y túneles (como se ve por todos lados con islas tan cercanas), y allí vivirá mucha gente (más bien me sorprende la poca imaginación de la Marina, su terrateniente, en nunca haber rentabilizado un multimillonario proyecto inmobiliario allí. Están sentados durmiendo sobre un tesoro: harta tierra disponible a minutos de Lima).
Pero Lima es aún mucho más en cuanto a su peso demográfico, pues a esos 10 millones se les puede tranquilamente sumar el millón de habitantes que habita El Callao y el otro millón que reside en la región Lima-Provincias. Son 12 millones sobre un total de 30 millones de peruanos que residen efectivamente en nuestro país (pues 3 millones viven afuera). Es decir, el 40% de nuestra población habita en esa área que abarca Lima Met/Lima-Prov/Callao.