Boris: La historia de la ambición

“Johnson minó por dentro al partido conservador inglés e hizo imposible una salida razonable al Brexit, pero sin dejar nunca de construir el puente que le permitiera cruzar el Támesis para llegar a 10 Downing Street”.
El nuevo líder del Partido Conservador y primer ministro entrante Boris Johnson deja su oficina de campaña en el centro de Londres el 23 de julio de 2019. (Foto: AFP)

Boris Johnson, el nuevo primer ministro del Reino Unido, ha construido su ascenso a punta de oscilaciones y comedia. Es un político que siempre ha jugado para la tribuna y sin bandera. En 2016 traicionó a su colega David Cameron, convirtiéndose en activo euroescéptico en contra de lo que su mismo gobierno defendía, liderando la campaña llena de mentiras a favor del Brexit. Luego, al poco tiempo, abandonó a Theresa May, convirtiéndose en su opositor, a pesar de haber sido su canciller.

En estos tres años, Johnson minó por dentro al partido conservador inglés e hizo imposible una salida razonable al Brexit, pero sin dejar nunca de construir el puente que le permitiera cruzar el Támesis para llegar a 10 Downing Street. Sus puntadas siempre vinieron con hilo. Ambición no le falta, tampoco sentido del ridículo, lo que le ha permitido tener acogida en sectores apolíticos. Sobre todo, porque hace que la gente en el poder, incluyéndose a sí mismo, parezca una caricatura, pero sin cederle el poder a alguien más.

La elección de Boris Johnson no significa un cambio de fondo en la posición del gobierno inglés ante el Brexit. Su principal misión –y promesa– es concretar el divorcio con la Unión Europea, el mayor mercado común del mundo, pero esta vez con mano más dura. Lo que es un consenso en los medios ingleses es que esa tarea, que viene enfrentando a todos contra todos, será muy difícil de concretar en los plazos y formas que él propone.

La elección de Boris Johnson como primer ministro llega con lo que parece que será uno de los días más calientes alguna vez registrados en la historia del Reino Unido, lo que es recibido como una broma de mal gusto para los ingleses europeístas, como si con él estuviesen más cerca de la puerta del infierno. Probablemente no se equivocan.

Tags Relacionados:

Más en Opinión

Universitario sin Calca, Cancha ni Concha para el clásico

“IA en las industrias peruanas: ¿Estamos preparados?”

“Inclusión financiera con sentido humano”

El cinismo en la política

Ernie será siempre Ernie...

Peleando por migajas

Siguiente artículo